➡️ Ya no hay policías municipales y la violencia sigue igual o peor, critican ciudadanos
➡️De nada sirven los discursos de eficiencia cuando, en la realidad, los hechos retratan lo innegable, violencia, inseguridad desbordada
Eugenio GONZÁLEZ | El Piñero
Juchitán de Zaragoza, Oaxaca.– Mientras la Fiscalía General del Estado presume avances en la lucha contra la delincuencia, en las calles de Juchitán los hechos cuentan otra historia: el miedo no se va, y el crimen organizado sigue marcando territorio con fuego.
La madrugada de este viernes, dos locales comerciales ubicados sobre la avenida Efraín R. Gómez, en pleno centro de Juchitán, fueron incendiados de manera intencional. Testigos y primeros reportes apuntan a un grupo delictivo dedicado al cobro de piso como probable responsable.
Este nuevo atentado ocurre a pesar del despliegue del Operativo Sable, una estrategia conjunta entre autoridades estatales y federales que, en teoría, busca “blindar” a Juchitán frente al crimen organizado. En la práctica, sin embargo, la violencia sigue escalando sin freno.
Primero fueron los ataques a tiendas OXXO. Luego, la detención de presuntos responsables que no frenó la ola de intimidación. Ahora, con otro ataque más, crecen las dudas sobre la efectividad real del operativo. A juicio de muchos ciudadanos, la presencia de las fuerzas del orden parece más una simulación: patrullajes invisibles y resultados ausentes.
A lo anterior se suman las denuncias de habitantes que acusan extorsiones por parte de los propios elementos enviados por el Estado para reforzar la seguridad. Uniformados que, lejos de generar confianza, avivan la desconfianza y el temor.
Con la Guelaguetza a la vuelta de la esquina, la incertidumbre galopa en la región del Istmo, mientras comerciantes y familias se preguntan cuánto más resistirá la tranquilidad en un pueblo donde los incendios ya no sorprenden y las detenciones son una promesa postergada.
Hasta el momento, no hay personas detenidas por este ataque, y las autoridades no han emitido postura oficial. La inseguridad continúa avanzando, y con ella, el desgaste de una ciudadanía que ya no cree en discursos, sino en hechos.
