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Expediente 2018: El taquero incómodo

El Piñero

Luis Velázquez

24 de marzo de 2018

Hay, parece existir, un destino trágico en el periodismo de Veracruz.

Por ejemplo:

Noel López Olguín fue el primer reportero asesinado y sepultado en fosa clandestina en el duartazgo. El primero de junio de 2011. En el sur. Era diarista, pero también, fotógrafo de sociales, un oficio que le permitía llevar el itacate y la torta a casa.

Gregorio Jiménez de la Cruz fue asesinado el 5 de febrero de 2014. Sepultado en fosa clandestina. Era fotógrafo de eventos sociales en su pueblo, Villa Allende, Coatzacoalcos.

Moisés Sánchez Cruz, asesinado el 2 de enero de 2015, en Medellín. Se ganaba la vida como taxista y una tiendita de abarrotes.

Pedro Tamayo fue asesinado el primero de julio de 2011, en Tierra Blanca. Tenía un puesto de tortas y hamburguesas afuera de su casa para garantizar el ingreso diario en el sostén de la familia.

Leobardo Vázquez Atzin es el quinto reportero asesinado en la yunicidad. La noche del miércoles 21 de marzo, 2018. En Gutiérrez Zamora. Su cadáver quedó tirado a un lado del puesto de tacos que todas las noches ponía como fuente de vida y subsistencia.

Días después de que Moisés Sánchez Cerezo se convirtiera en el primer reportero asesinado en Veracruz y en el país el dos de enero de 2015, Javier Duarte brincó.

“Era taxista”, dijo, para denostar el crimen.

Horas después de que Leobardo Vázquez fue asesinado, la Fiscalía del señor Jorge Wínckler expidió boletín.

Lo mataron cuando trabajaba como taquero.

En el periodismo, ya se sabe, los salarios son más bajos, incluso, que el sueldo percibido por una trabajadora doméstica.

Y en la mayor parte de los casos se ha de vivir, como decía Benito Juárez, “con la medianía del salario”.

Don Manuel Buendía, asesinado por la espalda en el segundo año del presidente Miguel de la Madrid, lo describía de la siguiente forma:

“Allí donde estés frente a un reportero que llega a trabajar en automóvil último modelo y costoso, y usa ropa de marca, y reloj Rox Rolex, y alardea de sus viajes por el mundo, estás ante un inminente caso de corrupción”.

Leobardo Vázquez era taquero. Pero, bueno, el Fiscal Jorge Wínckler tiene una pizzería cerca del estadio Luis “Pirata” de la Fuente, en Boca del Río, y pronto tendría un restaurante con paellas como guiso especial.

 

LA REPORTERA QUE PISÓ LOS CALLOS AL DIABLO… 

 

Leobardo Vázquez, igual que los otros (y otros) colegas ejecutados, necesitaban un ingreso, digamos, estable, para vivir con su familia.

Unos, fotógrafos de bautizos y primeras comuniones. Otros, taqueros. Otros, vendedores de tortas y hamburguesas.

Lo más inaudito es que por lo general, los políticos los satanizan para “amarrarse el dedo”.

El caso más insólito es con el gobernador de Chihuahua, el panista Javier Corral, y el crimen de la corresponsal de La Jornada, Miroslava Breach, asesinada hace 366 días.

El titular en portada lo expresa todo:

En público, el góber precioso de Chihuahua, dice:

“Miroslava fue una comunicadora valiente”.

En privada, dice:

“Tuvo la culpa… por pisar los callos al diablo”.

Desde entonces, hace 13 meses del homicidio y los asesinos “volaron al cielo”, más que al infierno.

Casi dieciséis meses después del duartazgo, los casos de los diecinueve reporteros asesinados y los tres desaparecidos, en la impunidad.

Y los cinco reporteros asesinados en la yunicidad, igual.

En el limbo.

“Estamos investigando” repite como siempre la versión oficial.

 

TODA VIDA HUMANA ES INVALUABLE

 

Fotógrafos de sociales, taquero, tortero, se metieron al periodismo como contadores de historias y hechos, siguiendo su legítima vocación reporteril.

Y más allá de estudios cursados, solo encarnaron a los primeros diaristas del mundo, los jilgueros, que caminaban de pueblo en pueblo contando las historias de los pueblos visitados.

Igual, digamos, y con toda la distancia guardada, años luz, que Herodoto, cuando 450 años antes de Cristo metió dos mudas de ropa en un morral y se fue a caminar el continente asiático escribiendo, por fortuna, “Los 9 libros de la historia”.

Igual que los grandes reporteros de la Reforma, aquellos que según don Alfonso Caso, “eran hombres y parecían gigantes”, como Ignacio Ramírez, el más grande, Ignacio Manuel Altamirano, Francisco Zarco, Guillermo Prieto, Riva Palacio y Ricardo Flores Magón.

Y sin que las pasiones se dividan entre graduados y empíricos, y sin que la autoridad los satanice porque eran taqueros, torteros o fotógrafos de bautizos, también eran, y son, seres humanos.

Y toda vida humana es invaluable.

Y el Estado de Derecho está para garantizar la seguridad en la vida (y en los bienes), sin distingos de credos políticos o religiosos, más allá de los ismos, lejos de las pasiones revolcadas de la política.

 

EL CRIMEN INCÓMODO 

 

La violencia está adueñada de Veracruz. Y lo peor, nadie está a salvo. Todos, en el arca de la yunicidad, expuestos a, sin colores políticos o religiosos.

Graves los homicidios políticos en el país. Treinta y uno en lo que va del proceso electoral. Igual de grave el quinto asesinato de un reportero que para llevar el itacate a casa tenía un puesto de tacos, que él mismo atendía, afuera de su casa, y en donde fue asesinado.

De nuevo, Veracruz, en el concierto nacional, pero al mismo tiempo, en los 5 continentes. Y lo significativo: igual que en el duartazgo, la yunicidad parece seguir acreditando a la tierra jarocha como “el peor lugar del mundo para el ejercicio reporteril”.

La yunicidad, en un aprieto canijo. La población sufriendo y padeciendo el descontento social. Crisis descomunal de continuar así. Tanto, que hasta la presidenta de la Comisión Estatal de Atención y ‘Protección’ a Periodistas, Ana Laura Pérez, publicó en su columna “Agenda” en Notiver:

“La violencia se lo ha llevado. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo volverá la paz?” una pregunta concreta y específica que formuló el jueves 22 de marzo al gobernador Yunes a su secretario de Seguridad Pública y a su Fiscal, el mismito Fiscal que repitió el estribillo de Javier Duarte:

“No era reportero. Era taquero”.

El nerviosismo crece en el carril azul.

Felipe Calderón Hinojosa perdió la elección presidencial ante Enrique Peña Nieto con Josefina Vázquez Mota por los 150 mil muertos.

Javier Duarte perdió la elección de gobernador con Héctor Yunes Landa ante Miguel Ángel Yunes Linares por el tsunami fuera de control de la incertidumbre y la zozobra.

Duarte dejó en la impunidad 19 crímenes de reporteros y tres desaparecidos.

Yunes lleva cinco.

Cada crimen de otro reportero en Veracruz, así sea taquero, es un crimen incómodo.

Y más en tiempo electoral.

 

 

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