Veracruz.- Como si la realidad mexicana necesitara más giros insólitos, el país enfrenta ahora un brote de miasis humana, esa enfermedad que suena a libro de medicina antigua, pero que hoy es noticia fresca. Son 55 casos confirmados por el gusano barrenador (Cochliomyia hominivorax) —sí, un insecto que literalmente se come el tejido vivo—, y cuatro fallecimientos registrados en el sureste del país, principalmente en Chiapas, Campeche, Yucatán y Tabasco. Mientras tanto, la Secretaría de Salud apenas despierta de su letargo administrativo para avisar que “ya se está atendiendo el tema”.
La mayoría de los casos se concentran en Chiapas, con 48 personas afectadas, y el resto en los estados vecinos. Las víctimas fatales eran adultos mayores con padecimientos previos, pero la coincidencia no deja de ser alarmante. La enfermedad, que debería ser controlada con campañas sanitarias y atención veterinaria, avanzó sin freno entre comunidades rurales, donde las heridas abiertas —en la piel y en el sistema de salud— son terreno fértil para que las larvas hagan su festín. Todo esto, mientras las autoridades siguen archivando reportes y redactando boletines con tono de manual burocrático.
El problema no es el gusano, sino el olvido. El país reacciona tarde a una emergencia que pudo haberse prevenido con un poco de higiene institucional y mucho menos indiferencia. Ni brigadas médicas, ni campañas de prevención, ni visitas sanitarias a las zonas afectadas; sólo comunicados fríos y estadísticas que parecen escritas con guantes de látex.