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El Pancho Villa Arrebatado

El Piñero

Luis Velázquez | Escenarios
16 de junio de 2021

UNO. Un Hombre Arrebatado

A diferencia de la mayoría de los políticos, Pancho Villa nunca fue un hombre soberbio ni se creyó enviado de un Ser Superior para salvar la tierra.

Pero era un hombre “arrebatado” como se definía según cuenta el cronista Martín Luis Guzmán en “Memorias de Pancho Villa”, de quien fue secretario particular.

Toda su vida, ascendido a general del ejército de la División del Norte, con treinta mil hombres al mando, Villa la pasó luchando contra sus arrebatos… para tratar de ser mejor.

DOS. Comer carne para bajar rayitas…

Su amigo, Rodolfo Fierro, le decía que la mejor medicina para apaciguar el carácter arrebatado era comer carne.

Quizá Fierro habría tenido razón, pero, al mismo tiempo, en Villa nunca funcionó porque toda su vida comió carne.

Más, con la fama de robavacas que le crearon huyendo en el monte de los pistoleros y sicarios del hacendado aquel quien intentara violar a su hermana menor, le arrebató la pistola, le disparó en la pierna y como cayera al suelo desmayado creyó que lo había matado y huyó al monte y la leyenda comenzó…

TRES. Villa solía disculparse

Villa era consciente de su temperamento impetuoso y volcánico.

Por ejemplo, cuando sentía un ataque de rabia revolcando su corazón, entonces, pedía permiso a la audiencia de retirarse y se encerraba en el vagón del ferrocarril donde se trasladaba de un campo de batalla a otro.

Y si estaba en una de sus casas, se encerraba en su habitación.

Y si estaba en despoblado, entonces, se metía en la tienda de campaña.

Y de igual manera que Jorge Luis Borges aquella tarde sabatina en Suiza cuando solía sentarse en un parque solitario para dialogar consigo mismo, Villa también platicaba con el Villa sereno y reposado para apaciguarse.

Luego, regresaba al lugar de los hechos y pedía disculpas.

CUATRO. Una mujer intrigante

Los arrebatos de Villa eran causados, entre otras razones, por las siguientes:

Una. La traición. Nada lo encorajinaba más que los traidores. Y como él mismo decía, “yo estoy acostumbrado a fusilar a soldados y generales”, entonces, siempre reaccionaba ordenando fusilar a los Judas.

Dos. Una vez tuvo de compañera a una mujer que había vivido con otro hombre, uno de los 8 hombres que lo acompañaron en Estados Unidos a México para lanzarse a la revolución.

Aquella mujer era intrigante. Y luego de hacer el amor y el sexo, hablaba mal de aquel hombre hasta que puso a Villa en su contra.

Pero Villa, catador de seres humanos, supo reflexionar a tiempo y terminó la relación con aquella mujer, solicitó perdón al amigo aquel y expulsó de sus tropas a la mujer intrigante.

CINCO. Envidias y celos

Tres. Los arrebatos más grandes de Villa se debían a los celos del tibio Francisco Ignacio Madero, Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, y ni se diga, Victoriano Huerta.

Le tenían envidia porque nunca había estudiado en escuela militar, y sin embargo, era un genio militar.

Y, bueno, muchas veces la inteligencia incandescente y el talento de una persona dan pie a la envidia de los demás.

SEIS. Artificios para ablandarlo…

Según cuenta Martín Luis Guzmán, toda su vida Pancho Villa luchó contra el temperamento colérico y fogoso.

Más, cuando advertía en los generales y políticos, “artificios para ablandarme”.

Hijo del pueblo, siempre buscó domeñar su carácter intentado ser un hombre justo en el trato y la relación con los demás.

En todas sus batallas, siempre consultaba a Felipe Ángeles, el general menospreciado por Venustiano Carranza.

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