Victoria González
Tras el espectáculo de formas y colores de una aurora boreal se esconde una carrera de electrones cargados de energía.
Las auroras se producen cuando los electrones y protones de la magnetosfera de la Tierra, la región alrededor de la Tierra dominada por su campo magnético, se mueven hacia la ionosfera, una región de partículas cargadas en la atmósfera superior. Cuando estos electrones y protones se excitan, emiten luz de diferentes colores, con mayor frecuencia verde, rojo y azul.
Tras el espectáculo de formas y colores de una aurora boreal se esconde una carrera de electrones cargados de energía, que durante mucho tiempo fue un misterio para los científicos.
De hecho, las corrientes de electrones súper energéticos que circulan por el espacio y que pueden causar daños en los satélites. Afortunadamente, los científicos disponen de técnicas que permiten predecir estas corrientes.
Cuando el viento solar choca con el campo magnético de la Tierra, éste se estira como si de una banda elástica se tratase, y acumula dentro toda la energía. Llega un momento en el que las líneas del campo magnético se reconectan y liberan de golpe toda esta energía, lo que propulsa a los electrones de vuelta a la Tierra. Cuando estas partículas tan aceleradas chocan con la parte superior de la atmósfera se genera el plasma llamado aurora, causante del despliegue de brillos y colores que se puede observar en los polos en determinadas épocas del año.
Lo que desconcertaba a los científicos era el gran número de electrones generados en estos eventos, ya que, según la teoría, sería imposible sostener un campo eléctrico en las líneas del campo magnético. Sin embargo, una simulación del MIT ya demostró que es este campo lo que precisamente se necesita para acelerar los electrones. Además, según los datos del simulador, la región activa de la magnetosfera, que es el lugar donde se produce la liberación de electrones, es unas mil veces más grande de lo que se pensaba. Este volumen es suficiente para explicar la enorme cantidad de electrones con gran aceleración que han sido detectados en las misiones espaciales.
La simulación del MIT se realizó con un súper-ordenador del National Institute for Computational Science (Tennesse, EEUU), tuvo una duración de once días durante los cuales se siguió el movimiento que realizaban 180 billones de partículas virtuales durante un evento de reconexión magnética. Sus autores explican que el fenómeno tiene lugar en muchas regiones del espacio y que estos electrones súper energéticos podrían incluso destrozar una nave o un satélite, por lo que es necesario ser capaz de predecir el lugar y momento en los que se producirán estos fenómenos para evitar catástrofes espaciales.
Nebulosa Dumbbell
Nebulosa Mariposa
Nebulosa de la Hélice
Nebulosa de la Tarántula
Nebulosa del Velo
Nebulosa de la Araña y la Mosca
Nebulosa del Cangrejo
Nebulosa Roseta
Nebulosa Pac-Man
Nebulosa de la Flama
Nebulosa de la Pequeña Gema
Nebulosa Cabeza de Caballo
Nebulosa Cabeza de Mono
La nebulosa de Orión
La nebulosa planetaria IC 4406
Nebulosa estrella llameante
Nebulosa Trífida
Nebulosa del Lápiz
Nebulosa de la Quilla
Nebulosa Pata de Gato
Nebulosa NGC 1999
Nebulosa del Búho meridional
Nebulosa del Cuadrado Rojo o MWC 922
Nebulosa del Corazón
Nebulosa Omega
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