Veracruz, México.– PASAMANOS: La primera respuesta de la Yunicidad a la Carta Pastoral de los once obispos y arzobispos de Veracruz del 2 de abril fue la madriza a los indígenas de Soledad Atzompa, un pueblo rebelde e insumiso, con los Policías Antimotines, todo, por reclamar seguridad en sus vidas y sus bienes.

Y más, porque los ministros de Dios encabezados por Hipólito Reyes Larios y Sergio Obeso Rivera, recordaron la tarea fundamental de los políticos, como es el bien común.

Y el bien común, escribieron, “debe prevalecer sobre cualquier otro tipo de interés o criterio”.

Ni modo: la Yunicidad se está manifestado como es. El Poder Legislativo, sometido. Los líderes sindicales, sometidos. Los partidos de oposición, sometidos y callados. La mayor parte de la prensa, sometida. La policía, represiva.

Y en el caso de la iglesia, que se expresara con su Carta Pastoral, la indiferencia, el desprecio y el menosprecio, pues en ningún momento su palabra fue, ha sido ni será escuchada.

Así, los once obispos y arzobispos describen lo que llaman “la dramática crisis moral que ha afectado la convivencia política y social de las familias”.

Uno, la violencia. Dos, la corrupción. Tres, los agravios a la dignidad y a la vida humana. Cuatro, la impunidad. Cinco, la insatisfacción de los anhelos de bienestar y equidad.

Tal cual, llaman a la sociedad en pleno a participar “para hacer posible un futuro esperanzador con las mejores garantías que nos permitan avanzar hacia una transformación social”.

El duartazgo se fue con todo en contra de los indígenas de Soledad Atzompa. Y ahora, en la primera manifestación que organizaron en Xalapa, el góber azul también. Igual, igualito que Javier Duarte, el prófugo de la justicia desde hace 169 días.

Ni a quién irle.

Claro, queda claro: “Es muy fácil criticar desde afuera”, palabra dicha, como repite Andrés Soler en una de sus películas.

BALAUSTRADAS: Los once jerarcas de la iglesia se van con todo “a la yugular” azul describiendo el Veracruz que se vive y padece con sus graves pendientes:

“Encarar la delincuencia y el crimen, abatir la impunidad y procurar la justicia, preservar el Estado de Derecho, el orden, la legalidad, los derechos humanos y la seguridad de todos”.

Lo peor de las circunstancias es que de nada sirve que la iglesia levante la voz, cuando en el otro lado del charco nadie escucha. Quizá, la Yunicidad llegó al principio de Peter. No puede. Por más, digamos, que lo intente. Por más balandronadas en Poza Rica de que “yo sí tengo pantalones e iré por los malandros”. Y por más oraciones que los ministros de Dios con los feligreses pronuncien en el rosario de cada tarde y la misa de todos los días, el territorio jarocho atrapado, y sin salida, igual que en el duartazgo, en la incompetencia ante la delincuencia organizada.

En contraparte, el sacerdote José Alejandro Solalinde Guerra, removió la conciencia eclesiástica. Los obispos, dijo, han guardado silencio ante las fosas clandestinas. Y aun cuando el obispo de Córdoba, Eduardo Patiño Leal, le revirara, la duda y la sospecha fueron sembradas. Por más y más que Patiño diga que “la prisión para los duartistas constituye un estímulo, pero la violencia desanima a la ciudadanía”.

Y por más que el obispo de Veracruz, Luis Felipe Gallardo Martín del Campo, diga que “la clase política ha de servir al pueblo, más allá de buscar el poder y la riqueza”.

Y por más que Hipólito Reyes sostenga que “vivimos en una cultura de muerte. Todos los días tenemos muertes, ejecuciones, asesinatos, pues nadie tiene derecho a quitar la vida a otras personas” (La Jornada Veracruz, lunes 3 de abril del año que corre).

ESCALERAS: Solalinde, no obstante, porfía. Y más ahora cuando hace el uno y el dos a Andrés Manuel López Obrador, como si fuera su Miguel Hidalgo o su José María Morelos.

Y por eso mismo, denuncia una vez más que ha sido amenazado de muerte. Y que el mensaje sórdido y siniestro provino de la región de Orizaba y Córdoba, sede, por cierto, de un par de obispos. Eduardo Cervantes Merino y Eduardo Porfirio Patiño Leal.
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Veracruz, ahora en la región de Orizaba para los días 27 y 28 de abril, mientras “El peje” andará de nuevo esta semana de Los Tuxtlas hacia el sur.

Y en tanto la violencia se adueña más y más de la región centro (todos los días un muerto, mínimo), el alcalde porfirista de Orizaba, Juan Manuel Diez se lanza a la yugular de Solalinde y lo victimiza. “Aquí, dijo, no es bienvenido. Es una persona non grata. Y se aprovecha de los pobres”.

Los mismos pobres a quienes el alcalde de Porfirio Díaz ha madreado, como el caso de los indígenas de Ixhuantlancillo por el único delito de vender sus cositas en el pueblo.

Mal fario, mal karma para Veracruz en el bienio azul. La pobreza, la miseria y la jodidez, como jinetes del Apocalipsis en el siglo XXI, a lo que se añade el temor y el terror con la inseguridad. Y que los once obispos y arzobispos resumen en la Carta Encíclica de Juan Pablo Segundo, “la dignidad de toda persona humana, el respeto a los derechos del hombre, la asunción del bien común como fin y criterio regulador de la vida política”.

En Xalapa, la madriza de los Policías Antimotines a los indígenas de Soledad Atzompa para ver si así aprende el revoltoso alcalde, perredista Bonifacio Aguilar, que se le “ha salido del huacal” al secretario General de Gobierno, Rogelio Franco Castán, el político que siempre anda tenso y en fuga, ido, ausente, levitando.