Redaccion | El Piñero
CDMX.- La justicia tardó, pero llegó. Veinte años después de aquel episodio ocurrido en Iztacalco, Reyna “N” fue detenida e ingresada al penal de Santa Martha Acatitla, señalada como probable responsable del fallecimiento de su propio padre en 2004.
Aquella noche, de acuerdo con la investigación, la discusión familiar escaló hasta convertirse en tragedia: el hombre recibió múltiples golpes que le causaron la muerte. Lo más inquietante vino después, cuando la mujer, con una frialdad que marcó el caso, ocultó los restos en una bolsa de plástico y los sepultó en el patio de la vivienda. Horas más tarde, avisó a sus hermanos y dejó una nota donde pedía perdón y suplicaba no ser buscada.
La historia exhibe otra cara: durante dos décadas la sospechosa se desplazó por diferentes estados sin que las autoridades lograran ubicarla. La captura, aunque celebrada como triunfo, también revela las fallas y lentitud de un sistema que permitió que un crimen permaneciera enterrado, no sólo en la memoria familiar, sino también en los expedientes oficiales.