Redacción El Piñero | Corresponsalía
Chiapas.- El calor del mediodía envolvía el Campo Militar No. 31-C “El Sabino”, en Berriozábal, Chiapas. Frente a las miradas de autoridades federales y militares, un horno ardiente transformó en cenizas más de 299 kilos de sustancias prohibidas que, tras diversos aseguramientos, habían quedado bajo resguardo de la Fiscalía General de la República (FGR).
Uno a uno, paquetes con clorhidrato, hierba seca, metanfetaminas y cápsulas de clobenzorex fueron arrojados al fuego, mientras personal de la Agencia de Investigación Criminal vigilaba el proceso y un representante del Órgano Interno de Control daba fe de la legalidad del procedimiento. El humo denso se elevaba, simbolizando la eliminación de lo que en otro momento significó riesgo y delito.
Pese a la contundencia del acto, lo que quedó en el aire fueron las preguntas de la población: no se informó con claridad sobre los operativos que dieron origen a estos decomisos, ni se detallaron las acciones que se realizan para frenar de raíz el presunto tráfico de drogas en la región. El fuego apagó la evidencia, pero no disipó las dudas.