➡️ Cinco meses en los que la familia, sola, ha hecho lo que ninguna institución ha logrado, reconstruir el recorrido, presionar a las fiscalías, exigir coordinación, tocar puertas, enfrentar la burocracia…
Redacción El Piñero
Tuxtepec, Oaxaca.– Han pasado cinco meses desde que Eusebio Nolasco Joaquín y Guillermina López Rivera desaparecieron en la frontera invisible —pero siempre conflictiva— entre Oaxaca y Veracruz.
Cinco meses en los que la familia, sola, ha hecho lo que ninguna institución ha logrado, reconstruir el recorrido, presionar a las fiscalías, exigir coordinación, tocar puertas, enfrentar la burocracia y levantar la voz ante un caso que, como tantos otros, las autoridades preferirían olvidar.
El matrimonio viajó el 18 de junio de 2025 a José Azueta, Veracruz, para negociar la venta de un terreno. Fue un viaje rutinario, común para cualquier familia de la región. Pero ese mismo día, apenas horas después, su camioneta apareció abandonada en la comunidad de Guadalupe Victoria, en jurisdicción de Oaxaca. Desde ese instante, sus vidas se borraron del mapa y la respuesta institucional quedó reducida a comunicados fríos.
A pesar de la geolocalización de sus teléfonos —que los ubicó en Tesechoacán, municipio de Villa Azueta— ningún nivel de gobierno ha dado una explicación clara. Oaxaca dice tener avances; Veracruz insiste en que la investigación está en curso.
La hija del matrimonio, con una fortaleza que ninguna autoridad ha mostrado, ha tocado puertas de manera incansable. Ha marchado, se ha plantado en fiscalías, ha acudido a medios locales y nacionales. Su lucha ha logrado mantener el caso en la agenda pública.
Pero incluso con toda esa presión, lo único que se ha obtenido es la detención de una persona presuntamente vinculada. Nada más. Ninguna pista, ningún indicio de dónde podrían estar Eusebio y Guillermina.
Ese vacío es el que duele más.
Son cinco meses de angustia, cinco meses de incertidumbre, cinco meses en los que los gobiernos de Oaxaca y Veracruz han demostrado que la coordinación institucional no existe cuando más se necesita.
Cinco meses sin respuestas no son una estadística. Son un fracaso.
Y mientras no aparezcan, la pregunta seguirá siendo la misma
¿Dónde están?






