- Noche oscura de Veracruz
Escenarios
Luis Velázquez
Veracruz.- Uno. El poder del miedo…
La vida es una guerra en Veracruz.
Aquí, en la noche más oscura del Golfo de México los malandros ejercen el poder, su poder, el poder de la incertidumbre y la zozobra, el terror y el horror, el miedo y “el miedo al miedo”.
Llenos de odio, armados con ráfagas por delante, siembran el horror.
“Son los que tienen en vez de corazón un perro enloquecido” escribiera en uno de sus poemas Efraín Huerta, y a quienes el gobernador Yunes llamara “¡Bestias!” luego del crimen de cuatro niños (de 3, 4, 6 y 7 años de edad) en una colonia popular de Coatzacoalcos.
En la madrugada solitaria suelen tirar cadáveres desmembrados en calles y carreteras con mensajes tétricos, dejando corazones rotos, familias en la zozobra.
Son los bandidos dispuestos a morir, para quienes el padre José Alejandro Solalinde Guerra pidió el perdón y Andrés Manuel López Obrador la amnistía.
“Asesinos cautelosos con la ferocidad sobre los hombres”.
Los homicidas despiadados.
Los violadores.
Los hombres locos, virulentos.
Ellos envenenan la vida, los días, las noches, las horas.
Todos los días ejecuciones en Veracruz dice el arzobispo de Xalapa, Hipólito Reyes Larios, y también el obispo de Córdoba, Eduardo Patiño Leal.
A nadie, parece, tienen miedo, a excepción de “La Santa Muerte” a la que respetan, con todo y tener ametralladoras, armas sofisticadas, capaces de tumbar un helicóptero en pleno vuelo.
Dos. La piedra de los sacrificios
Tigres en acecho y en guardia permanente.
Escombros de voces que van dejando cadáveres en el camino.
Ellos, parecen, nunca sufren.
El corazón lo han de tener blindado a la risa de un niño, a la ternura de una madre, al abrazo de un hermano, al amor de una pareja.
En su “brutal tarea de pisotear cadáveres” (Efraín Huerta otra vez)…
“En la noche grávida de sangre “de los malosos…, hay niños muertos, mujeres asesinadas con crueldad, jóvenes sacrificadas, cuerpos carbonizados, cadáveres destazados.
Todos, expuestos en la piedra de los sacrificios.
Huitzilopochtli insaciable.
Tres. En penumbra el corazón humano
Hieren los gritos de las mujeres indefensas en la noche hilarante desoídos por los vecinos temerosos de asomarse por las rendijas de las casas.
Hiere el desamparo social cuando en el fondo nadie puede cantar victoria, pues nadie tiene segura la vida.
Los días son vidrio molido y fúnebre.
Habrá hombres que escapan de la violencia doméstica, pero en la calle se topan con la barbarie y la muerte y son asaltados y descalabrados en los caminos de Veracruz.
“La muerte sigue teniendo permiso” y ya nadie canta al músico poeta con su “noche tibia y callada” ni tampoco arremeda a su musa del barrio de “La huaca”, Toña la negra.
El corazón social está en penumbra.
Así estuvo en el duartazgo, el peor de todos los tiempos políticos y sociales de Veracruz.
Así, y por desgracia, vive hoy, con graves estragos cuando el secretario de Seguridad Pública desmaya en un acto político, cuarto informe del alcalde de Boca del Río.
El Huitzilopochtli que cabalgó en la Plaza de Tlatelolco en la tarde noche sangrienta y perpetua, adueñado del paisaje urbano y rural.
“El árbol de la noche triste” que todos deseamos.
En las horas del día y de la noche sólo se respira el dolor y el sufrimiento, como por ejemplo, las madres centroamericanas buscando a sus hijos migrantes a Estados Unidos, desaparecidos en la plaza jarocha.
Veracruz, la extensa y sórdida mesa del sacrifico humano.
Cuatro. Deshecha la esperanza social
Antes, se conocía el hambre y la jodidez.
Seis de cada 10 habitantes de Veracruz en la más canija, insólita miseria.
Medio millón de personas sólo haciendo dos comidas al día.
Ahora, la inseguridad y la impunidad son “El pan nuestro de cada día”, que arrasa con los niños que descubren el cadáver de una chica secuestrada trece días antes y flotando en un tanque de agua en Xalapa.
La esperanza social, deshecha y descarrilada.
Javier Duarte dejó un Veracruz desangrando y todavía hoy sigue sangrando.
Una guerra de ires y venires.
Una guerra contra el tiempo.
La guerra de la incertidumbre que parece inexplicable, porque es una guerra contra los carteles, los malandros, los sicarios.
Una ciudad la hace su gente, pero a veces pareciera que Veracruz está poblado de enemigos, como en el relato bíblico donde los judíos y los paganos dejaban hasta diez mil cadáveres tirados en el campo de batalla en unas cuantas horas.
Cinco. Vivir con desconfianza
El vecino en el alto de un crucero en la avenida…
El tipo que desea con la mirada a la adolescente en la plaza comercial…
El hombre con camisa cuadrada de manga larga, pantalón de mezclilla, botas y sombrero que trepa a la camioneta con vidrios polarizados en el estacionamiento…
El ladrón a la salida del banco que de pronto sigue y persigue a un matrimonio que acaba de sacar sus ahorros de 240 mil pesos y es asaltada, como si de plano, alguien desde adentro les avisara con precisión…
Por todos lados, la vida podrida, colgando de alfileres, la noche más sórdida de Veracruz.
Y entonces en vez de vivir se vive desconfiando de todo y de todos, porque nadie tiene seguras las horas del día y de la noche, así se tengan escoltas, como el empresario aquel que fue asesinado.
Es Veracruz, la casa común de todos, el paraíso perdido.
