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Crece la desolación en el campo de la cuenca del Papaloapan, sobre todo en la fértil tierra piñera de Loma Bonita.

Emmanuel Palacios

Redacción El Piñero

Para los desplazados del campo no hay una opción de trabajo, La mayoría se ayuda con la pepena, en tanto que los jóvenes jornaleros se enfrentan a la modernización agrícola que los obliga a emigrar. 

Loma Bonita, Oaxaca. -En este municipio colindante con otros fértiles lugares de la cuenca del Papaloapan que hermana a Oaxaca con Veracruz, no hay datos que indiquen cuántos hombres de campo salen por mes de sus casas y sus comunidades en busca de mejores oportunidades de vida para ellos y sus humildes familias. 

No hay datos, pero la desesperanza del sector productivo agrícola, echa fuertes raíces en la tierra que promete vida para la mayoría de la población del municipio, la región, el estado y el país mismo. 

Tal vez haya estudios sociológicos que aborden el tema de la migración de campesinos de esta exuberante región, de los desplazados de la fértil tierra lomabonitense, pero lo que hoy se percibe es que la desolación va ganando terreno en el campo, y que la desesperanza se apodera de sus moradores ante la falta de un proyecto que atienda las necesidades del productor descapitalizado en el país. 

México está de cabeza en el sector agrícola. La desatención al campo ha provocado una crisis humanitaria de gran magnitud, que contempla varias aristas en nuestro país, dentro del cual están sobreviviendo importantes estados dedicados a la producción de alimento. 

Mientras la tecnología avanza aceleradamente, la producción del campo del sector social está estancada desde el desgobierno de Carlos Salinas de Gortari y continuada con Ernesto Zedillo.

Al momento no hay poder humano con conciencia humana y social que voltee los ojos para incentivar al campo, sector del que depende la vida humana.

Y mientras la tecnificación agrícola se desarrolla veloz y llega al campo nacional de un pequeño sector que año se prepara y moderniza al tener los medios económicos, en este proceso se constata un gran problema: Esa tecnología solo puede ser adquirida por unos cuantos productores -los que están en condiciones de importarla, aun como herramienta de segunda -, quienes son los que se llevan la mejor ganancia en la fase de siembra, cosecha y comercialización.

En ese contexto sobreviven día a día los pequeños productores y los jornaleros de piña, la rica fruta que ha dado nombre e identidad a la cuenca del Papaloapan, y a Loma Bonita en este caso.

Pero la desigualdad económica que impera en el sector piñero está obligando a los hombres jóvenes, a los que aún pueden salir adelante con su fuerza de trabajo, a salir, a migrar, a abandonar la casa que los vio nacer, a dejar la humilde casa que han construido con tanto esfuerzo, para mejorar su ingreso y seguir llevando el sustento a sus familias.

Y esta decisión no es fácil para ellos. Dejar la actividad que alguna vez les dio ingresos dignos, les causa dolor en el alma, pues ello significa dejar el amor de sus esposas, hijos y padres, y enfrentar un destino incierto. A ser víctima del engaño, de la trata y de la explotación laboral en otros estados o países.

Eso no es todo.

La migración de los hombres del campo tiene implicaciones adversas para los seres humanos que desempeñan otras actividades. Contadores, químicos, ingenieros en sistemas, médicos, abogados, maestros o comerciantes, aun ellos tiendo recursos para comprar han de saber que llegará el momento en que no puedan llevar jitomates, legumbres, frutas o tortillas a su mesa, porque simplemente el campo dejó de producir.

Viendo este tema en presente y futuro, bien se puede decir que la vida humana empieza a morir en el campo, y no solo físicamente, también moralmente porque la esperanza se va cuando un joven, cuando un hombre toma su ropa para abandonar la casa y la tierra que lo vio nacer y crecer, en busca de una mejor forma de vida.

Como sus moradores, la tierra también está empobrecida de nutrientes. Tiene sed. Sabe que fue creada para dar vida a la semilla colocada en su vientre, misma que después se convierte en grano, legumbre y fruta, pero aun queriendo, llegará el día en que el campo deje de hacerlo.

Pese a este apocalíptico panorama -apocalíptico porque todo lo que vive la humanidad hoy es consecuencia de su inconciencia -, los hombres sacan fuerza de su interior y de su necesidad, para seguir moviendo el campo.

El Piñero, Periodismo y Debate visitó un campo piñero el martes 12 de marzo en Loma Bonita, pocos días antes de arribar la primavera y esto es lo que observó y describió: 

Hormigas con su valiosa y pesada carga sobre su espalda, así se ven los jornaleros de los inmensos campos piñeros.

Esto es lo que alcanzó escuchar de rudos hombres “echándole ganas” y con una débil sonrisa que acompaña sus palabras:  

-Aquí andamos gente, gracias a Dios.

Esto dice uno de los trabajadores del campo, que pese al grado de esfuerzo que implica cargar cerca de 10 kilos en la espalda, “no se raja” y sigue llegando antes de que despunte el sol, a los inmensos campos de cultivo. 

Sin dejar de enfocar a media docena de jornaleros que se mueven con rapidez en medio de abundantes hileras de magueyes donde emerge el rico fruto de la piña, el jornalero que habla a nombre de sus compañeros de trabajo, se da tiempo para mostrar el camión de carga donde todos los días, al atardecer transportan toneladas de piña a las bodegas de pudientes productores.

Unos sacan el espinoso fruto de los altos cestos, y otros los reciben subidos en los grandes camiones, que, una vez seleccionada la piña los prósperos productores se encargarán de llevarla a las grandes centrales de abasto del país, donde obviamente el comerciante de fruta dará otro precio al consumidor.

Y la crisis agrícola que vive el campo cuenqueño, expone otro problema que ha de ser atendido por los gobernantes locales y estatales, ya que los ex jornaleros de piña tanto, hombres como mujeres, se ayudan hoy recolectando productos desechables para llevar otro ingreso a sus humildes hogares.

La edad se les vino encima. Ya no tienen la fuerza de la juventud para imponerse al gran peso y al esfuerzo que significa vivir como jornalero, y así aminorar la carga del hijo que sobre sus hombros y sobre su ser aguanta, se resiste a abandonar la tierra que lo vio nacer y crecer.

Visto de esta manera la fértil tierra de Veracruz y Oaxaca, tiene sed de ayuda y de justicia.

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