Redacción El Piñero
En las entrañas de una de las organizaciones criminales más poderosas del mundo, la traición ha dejado de ser tabú. Ahora es estrategia. Los Chapitos, herederos del legado sangriento de Joaquín “El Chapo” Guzmán, han tomado un camino impensable: entregar información sensible al gobierno de Estados Unidos. No lo hacen por redención. Lo hacen por cálculo, por supervivencia.
La periodista Anabel Hernández, reconocida por su trabajo de investigación sobre el narcotráfico, reveló que Joaquín y Ovidio Guzmán López, hijos del otrora líder del Cártel de Sinaloa, poseen grabaciones de entregas de dinero —videos que documentan los rituales cotidianos del poder criminal en México—. Dichas pruebas, asegura, forman parte de un acuerdo con la justicia estadounidense. Un pacto de alto valor que ya ha tenido consecuencias visibles: el traslado de Griselda López Pérez, madre de varios de los Chapitos, y de otros familiares, a territorio norteamericano.
Este movimiento, más que una concesión humanitaria, es el reflejo de un acuerdo tan peligroso como determinante. “Eso no se lo conceden a cualquiera”, afirma Hernández. Es el síntoma de un nuevo orden: Los Chapitos no solo buscan reducir sentencias, están redefiniendo el tablero del crimen organizado.
La ruptura ya no es solo interna en el cártel. Es simbólica. El traslado de Griselda López, mujer que por décadas fue la columna emocional del Chapo y madre del hijo más querido —Édgar, asesinado en 2008—, representa el quiebre de una dinastía. No es solo una familia que se desintegra; es un emblema que cae.
Y mientras Ovidio y Joaquín negocian, sus hermanos —Iván Archivaldo y Jesús Alfredo— enfrentan una disolución silenciosa. Su liderazgo, antes incuestionable, hoy se tambalea. ¿Cómo convencer a sus hombres de seguir peleando, si parte de su propia sangre ha elegido salvarse a costa del silencio de todos?
Pero el daño no termina ahí. Hernández sugiere que las grabaciones entregadas podrían implicar a expresidentes mexicanos: Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto, incluso Andrés Manuel López Obrador. Si eso se confirma, el escándalo no solo será judicial, sino histórico.
En paralelo, Fausto Isidro Meza Flores, alias “El Chapo Isidro”, lanza un ultimátum: Iván Archivaldo debe ceder territorio o aceptar su final. El mensaje no necesita traducción. Dentro del cártel, la traición se paga. Pero en este nuevo ciclo, parece que se paga menos que la lealtad.
Anabel Hernández advierte que este proceso no empezó ayer. Se gestó durante años, con agencias estadounidenses moviendo piezas. La fractura del Cártel de Sinaloa no es espontánea: es inducida, planeada, ejecutada con precisión quirúrgica.
Mientras el mundo observa el caso con ojos judiciales, hay otra lectura: Los Chapitos no solo colaboran; están escribiendo el epílogo de una era. Y lo hacen, irónicamente, repitiendo la estrategia que su padre no logró completar: ofrecer información a cambio de futuro. Pero ellos sí entendieron la nueva lógica del poder. No se hereda. Se negocia.