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Desviados $4 mil millones ¿Tanta corrupción existió en el Veracruz de Duarte?

El Piñero

Luis Velázquez

Uno. Desviados $4 mil millones

 

El ciudadano, de plano, queda perplejo. Según la Yunicidad, entre María Georgina Domínguez Colio (presa en el penal de Pacho Viejo) y Alberto Silva Ramos (de quien la Fiscalía solicitará el desafuero) desviaron o habrían desviado en el duartazgo… más de cuatro mil millones de pesos.

Y, entonces, cualquiera persona ha de preguntarse, se estará preguntando, primero, si la codicia, la ambición sin límites, la avaricia, el enriquecimiento ilícito, la obsesión de acumular y acumular más y más dinero… llegó a tanto.

Segundo, y de ser así, la certeza de que si desviaron más de cuatro mil millones de pesos, Javier Duarte sabía.

Tercero, la parte proporcional que le hayan entregado a Duarte y/o la que Duarte les haya dejado a ellos.

Cuarto, el silencio y la complicidad atroz del ORFIS (Órgano de Fiscalización Superior), la Comisión de Vigilancia del Congreso, la secretaría de Finanzas y Planeación (que todo lo solapó) y la Contraloría.

Y es que más de cuatro mil millones de pesos desviados nunca, jamás, jamás, jamás, la mayoría de los ocho millones de habitantes de Veracruz verá juntos.

Ni siquiera, vaya, en veinte o treinta vidas.

Incluso, una cantidad millonaria inimaginable.

Peor tantito, si se considera que el 90, 95, quizá más por ciento de la población nunca ha tenido ni tendrá en su vida un millón de pesos disponible.

¿Cómo fue, entonces, que entre Gina y Silva hayan desviado tanto dinero público, llegando, además, a tanta corrupción?

Y lo peor, a tanta impunidad.

Y más porque el inverosímil desvío de recursos públicos fue en menos de un sexenio.

Y en el caso de Gina y Silva, en dos o tres años, pues Javier Duarte tuvo, digamos, cuatro voceros, si se considera que Alberto Silva fue en dos ocasiones.

Y si Álvaro Obregón decía que él robaba menos porque sólo tenía una mano, Silva, con dos manos, y en par de ocasiones como director de Comunicación Social…, como dice “El peje”, ni acercarse a él… porque te roba la cartera.

 

Dos. Los insaciables

 

Gina quedará en prisión preventiva durante un año.

A partir de la fecha, la Fiscalía azul habrá de demostrar que en verdad se fregó los millones de pesos de que la acusan.

Y el hermano de Gina, su abogado, ex agente del Ministerio Público, habrá de demostrar, digamos, que la acusación es falsa.

Pero sin defender ni acusar a nadie, caray, resulta insólito, digamos, el presunto desvío millonario, igual que en el caso de otros duartistas de que ellos se fueron “cabezones” con el dinero público.

Por lo pronto, Gina culpó a Silva Ramos del desvío y Alberto Silva a Gina, reproduciendo el relato bíblico del ladrón gritando que atrapen al ladrón.

Pero…, caray, cuando el ciudadano sentía y creía que ninguna sorpresa suele ya dar la vida, se queda atrapado en el asombro ahora de que la Yunicidad los culpa de que entre los dos desviaron más de cuatro mil millones de pesos.

El alma, entonces, y las neuronas también, de uno y otro (y de ser cierto, claro, como presume el bienio azul) se les pudrió en el ejercicio del poder.

Simple y llanamente, se les habría podrido… a partir de la megalomanía y el autoritarismo de manejar el erario con sentido patrimonialista.

Y lo peor, creando empresas fantasmas, empresas inexistentes.

¿Cuándo, entonces, se volvieron codiciosos, y lo peor, insaciables, pues según la Yunicidad entre más robaban más lo hacían, sin límites, creyendo, estando seguro de que jamás “el destino los alcanzaría”?

 

Tres. La corrupción según Suetonio

 

Una cosita es la corrupción, “meter la mano al cajón”, “ordenar la vaca”, y otra, la impunidad.

Un día, el político empieza a robar. Y no pasa nada. Y sigue robando y tampoco pasa nada. Y sigue y sigue. Y un día, robar se vuelve normal.

Suetonio, quien escribió “Los doce Césares” de Roma, dice que en la ambición fuera de control el político ambiciona más y más poder y más y más dinero y más y más mujeres, y en el caso de los emperadores, más efebos.

Un día, dice Suetonio, ya se fregó todo y se acabó el dinero y se agotaron los cargos públicos, y entonces, el político piensa, está seguro, que alguno de los suyos lo está robando y comienza a mirar moros con tranchetes, fantasmas, alucinaciones y visiones.

Y de todos duda y todos, dice, está seguro, lo intrigan y lo continúan robando.

Y en la locura… con sus guardaespaldas empieza a matar a los suyos.

¿En qué momento se jodió Perú? se pregunta Zavalita en “Conversaciones en la catedral” de Mario Vargas Llosa.

¿En qué momento, pues, se jodieron Gina y Alberto Silva…, en caso, claro, de que la Yunicidad les demuestre que se birlaron más de cuatro mil millones de pesos?

Y es que con tanta corrupción por todos lados (hay diecisiete exgobernados acusados de…unos presos (como Javier Duarte) y otros prófugos) llegó un momento en que el arte de gobernar sólo tenía (¿tiene aún?) un significado.

Gobernar es robar, saquear, atracar, enriquecerse “con todo y sin medida”.

Por eso tanto hartazgo social en contra de los políticos, pues a veces (mejor dicho siempre) hay la sensación de que todos los que se encumbran (salvo excepciones singulares) se vuelven corruptos.

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