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Días agrios y oscuros en Veracruz

El Piñero

Luis Velázquez/ Expediente 2019

20 de septiembre de 2019

Los tiempos son agrios y oscuros. Sombríos y siniestros. He aquí, por ejemplo, el recuento de los días y las noches en las últimas semanas en Veracruz.

Una cabeza humana en un bar de Cerro Azul. Otra cabeza en un bidón tirado en una calle de Tamiahua. El grito patrio suspendido en el poblado San Marcos, de Xico, ¡ah pueblo mágico!, por tanta violencia y que dejara tres civiles muertos, más un taxista ejecutado, más 6 heridos, en un baile.

Otra cabeza humana en una calle de Pánuco. Y lo siniestro y burlón: los malandros le colocaron un sombrero con el siguiente letrero patrio: “Viva México”.

Un cadáver colgando del puente de Tuxpan. El asalto a un autobús urbano de pasajeros en Santiago Tuxtla.

Una pareja ejecutada casi frente a una plaza comercial en Lerdo de Tejada. Un grupo armando prendiendo fuego a un corralón en Las Choapas, tierra de nadie, tierra del mejor postor. Allí fue empollado el libro “Guerracruz” de la escritora laureada, Violeta Santiago.

Un taxista más asesinado, ahora en Catemaco. Un policía asesinado en El Espinal cuando convivía con su jefe policiaco y pretendieron detener, ebrios, a un pescador.

De postre, 4 policías y un civil heridos luego de volcarse por exceso de velocidad en José Azueta. Además, un hombre suicidado, colgándose en el interior de su domicilio en Tolome, Paso de Ovejas.

Y en La Perla, por poquito y linchan a un par de robaniños, a quienes detuvieron, amarraron y cupo la prudencia para tirarlos frente a la iglesia en el poblado de Xometla.

Y en Córdoba, un par de agentes de Tránsito levantados por los malosos.

Y en Acayucan, otro hondureño asesinado. El primero, en el bienio de Miguel Ángel Yunes Linares. Un camarógrafo, Edwin Rivera, quien venía huyendo de “Los Maras” y lo alcanzaron en el pueblo jarocho.

Las escenas urbanas recuerdan, por ejemplo, las películas de Juan Orol y los hermanos Almada y el viejo oeste.

Nada que pedir a otras entidades geográficas como Sinaloa, Chihuahua y Tamaulipas, donde la saña y la barbarie significan el pan nuestro de cada día, como por ejemplo, la matanza de 72 migrantes en San Fernando, hasta con el tiro de gracia, pues masacres también aquí en Veracruz.

31 muertos en el night club de Coatzacoalcos. 14 muertos, entre ellos, un bebé de un año en brazos de su madre, en una fiesta familiar en Minatitlán.

La vida, en su más alto decibel peligroso. Insólito, caray, cuando el grito patrio de la fiesta nacional ha de suspenderse en San Marcos, Xico, declarado para el mundo Pueblo Mágico. Mágico, claro, con tantas matanzas. Un turista intenso y frenético nunca se perdería un baile en esa comunidad, consciente y seguro de que a la mitad del baile, los malandros pueden aparecer. “La fiesta de las balas” le llamaría Martín Luis Guzmán.

ACOSTUMBRARSE A VIVIR EN EL INFIERNO

Hemos, entonces, de habituarnos a vivir en el infierno. “Pasado un ratito, decía el escritor argentino, Julio Cortázar, el corazón se acostumbra a todo. Menos, claro, dice el vecino, “a no comer”.

Pero cuando han transcurrido tantos años en el infierno, mínimo, desde Javier Duarte, el político preso en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México, ninguna duda de que aquí “la muerte tiene permiso” (Edmundo Valadés) y más vale, como de seguro en Sinaloa, Chihuahua y Tamaulipas, convencerse de que el infierno es parte del cielo, mejor dicho, del paraíso terrenal.

Y si uno y otro son inseparables, solo resta encomendarse cada familia a su dios, y mirar los secuestros, desapariciones, asesinatos, decapitados, cercenados y las fosas clandestinas como parte de la naturaleza.

El bien nunca existiría sin el mal. Dios sin Luzbel sería inconcebible, de igual manera como los buenos sin los malos, como el odio sin el perdón.

Simple y llanamente, podría pensarse que el destino gris y oscuro alcanzó a Veracruz desde hace muchos años y por más y más que la población se resista, hemos entrado a la civilización y la cultura universal, donde la violencia es objeto y sujeto de estudio de los científicos, los historiadores, los sociólogos y los expertos policiacos.

Y si todo movimiento social necesita de un cronista como, por ejemplo, Bernal Díaz del Castillo de Hernán Cortés, John Reed y Martín Luis Guzmán de Pancho Villa y Lincoln Stefens de Venustiano Carranza, los carteles y cartelitos de Veracruz también el suyo.

Más, por lo siguiente:

Desde hace casi 9 años, la noticia de 8 columnas es la misma. Los estragos de la violencia. Insólito, inverosímil, inadmisible un cadáver colgando en el puente de Tuxpan. Una cabeza humana en el bar de Cerro Azul. Otra cabeza en un bidón arrojado en Tamiahua. El grito patrio suspendido en un pueblo de Xico por tanta violencia.

NADIE ESTÁ A SALVO

Los días y noches son oscuros. Terroríficos. Y aun cuando pareciera tétrico, nadie está salvo. Mañana, la semana entrante, un día cualquiera, una bala perdida puede atravesarse. Pero también, un secuestro, una desaparición, un asesinato.

Más, si se consideran los asaltos en los autobuses de pasajeros. Y los atracos a los feligreses rezando el rosario en las tardes en una iglesia. Y el asalto a los comensales de una taquería. Y el secuestro de aquella señora de 70 años saliendo de misa un domingo al mediodía en Boca del Río.

Y más angustiante aún: la señora viuda a quien le secuestraron un hijo, pagó el rescate y lo devolvieron. Y luego, le plagiaron a otro hijo, pagó el rescate y lo devolvieron. Y después, secuestraron al tercer hijo, cubrió el rescate y lo mataron.

La vida es así; preciosa y bella, pero sórdida y siniestra. Hay días iluminados, pero noches con pesadillas. Hay tiempos de tirar cohetes y tiempos de levantar solo varas.

El himno jarocho de “La bamba” ha de modificarse, de igual manera como unos loquitos por ahí pretenden cambiar la letra del himno nacional. En sus letras necesita incluirse el infierno llamado Veracruz.

Antes fue, en el siglo pasado, la orden porfiriana de “¡Mátalos en caliente!”.

Después, “La mano negra” del cacique y pistolero de la hacienda de Almolonga, Manuel Parra, con cuarenta mil campesinos asesinados, entre ellos, 17 líderes agrarios.

Luego, “La Sonora Matancera”, con un número incalculable de muertos y desaparecidos.

Ahora, los carteles y cartelitos.

Veracruz, en las grandes ligas de la historia.

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