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Días buenos, días malos; el caso Ernest Hemingway

El Piñero

 

Luis Velázquez

Veracruz, 03 de agosto de 2017 EMBARCADERO: El vecinos se queja de que en su vida tiene días buenos, días malos y días peores… Y se amarga, porque hace un recuento y termina seguro de que en los sesenta años y más que tiene, los días nublados han sido más, mucho más… Pero, bueno, si de consuelo le sirve el filósofo y el sicólogo recuerdan, simple y llanamente, que la vida es así y nadie, absolutamente nadie la puede cambiar… Ni siquiera, vaya, rezando las ocho diarias que el Papa Juan Pablo II solía… La vida, dice el sociólogo, es una rara y extraña mezcla de triunfos y fracasos, alegrías y tristezas, días soleados y días huracanados… Pero además, en la vida, repite el politólogo Ramón Benítez, hay tiempo de sumar y tiempo de sumarse y tiempo de sumirse, y desde tal perspectiva han de verse los días… Incluso, el viejito barbón de Carlos Marx, decía que la vida sin problemas se volvería insípida… Albert Camus, por ejemplo, fue un niño y un adolescente en la miseria más atroz… A los dos años de edad, perdió a su padre en la guerra… Su madre era analfabeta y se empleaba como trabajadora doméstica de casa en casa para mantener a los dos hijos que tenía… Vivían en un patio de vecindad, con un solo baño para todos los condóminos en un edificio viejo y oloroso a humedad… Y su riqueza, su gran riqueza, la descubrió con los amigos jugando en la playa, nadando en el mar, soñando con la caída del sol y la luna en su esplendor, contando las estrellas… Una voceadora de periódicos en el crucero tiene una filosofía singular de vida… Ella dice que hay gente rica, muy rica, pero muy pobre, y pobre en la humildad para tratar a los demás y ser y actuar y vivir…

 

ROMPEOLAS: Sin entrar en moralinas ni en homilías ni en sermones callejeros, habría de recordar al vecino lo que el neurólogo Víctor Frankl decía sobre los tres ejes rectores que han de mover la vida de cada persona… Uno, levantarse todos los días a empujar la carreta por una razón amorosa como es la familia y los amigos queridos… Dos, luchar en cada nuevo amanecer por una causa social… Y tres, ofrendar la vida por una causa religiosa… A partir de tales vasos comunicantes, dice Víctor Frankl, el mundo se mueve… Lo peor es cuando los días y las noches caminan sin un objetivo… Incluso, si de pronto, una persona se hunde en su estado de ánimo, digamos, por la depresión, más allá de las pastillitas y las tachas para levantar ínfulas y encender la belirrubina, la mejor medicina es rodear a la persona de niños, pues los niños son geniales en sus ocurrencias y en su sabiduría natural que son capaces de resucitar muertos… Desde luego, el día cuando una persona siente el vacío interior y la soledad y se apachurra y/o se deja apachurrar, sin que nadie cercano le tienda la mano, entonces, está cerca, a un pasito, del suicidio… Fue el caso de Ernest Hemingway, aun cuando su familia arrastraba una tendencia genética para la depre y por añadidura, para quitarse la vida… Su padre se suicidó… Un hermano se suicidó… Una sobrina se suicidó… Y Hemingway se pegó un tiro en la boca con una escopeta, con todo y que había sido Premio Nobel de Literatura y estuvo como cronista en la primera y la segunda guerra mundial y en la guerra española y anduvo de cacería de tigres y leones y elefantes en África y se casó ene número de veces, siempre con mujeres exitosas, y tenía cincuenta gatos en su finca en Cuba y lo que expresa, digamos, el amor que tenía por la vida…

 

ASTILLEROS: Además de los factores genéticos, la depre (así le llaman de cariño) es una enfermedad rara y extraña, misteriosa y silenciosa, que llega sin avisar… Incluso, es como el amor que poco a poco, pian pianito, se va metiendo en el corazón humano… Crece en la tierra fértil de una persona cuando, por ejemplo, se ha perdido la emoción social, la emoción laboral, la emoción profesional, y cuando, claro, el ser humano ha quedado sin sueños, sin fe, sin esperanza y sin ganas de seguir trepándose al ring para enfrentar los demonios interiores que todos cargamos… Aristóteles lo decía de la siguiente manera: todos tenemos en alguna parte del cuerpo un enemigo indestructible, voraz y cruel, perverso y maligno, llamado imaginación, a la que en la antigua Grecia llamaban “la loca de la casa”… Así, juntando la tendencia depresiva y la imaginación, la vida se pudre por completo… Y la persona se vuelve pesimista y agnóstica; un día se amarga y otro día guarda resentimiento a todos y otro día odia y, de pronto, llega la desesperación y en “un viaje a la oscuridad”, la oscuridad depresiva, te quitas la vida porque la persona está segura, cierta, de que ningún razón existe para seguir viviendo… La vida, sin embargo, es así, días buenos, días malos, días peores…

 

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