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Dinos tu fetiche y adivinamos tu personalidad

El Piñero

 

 

¿Hacer el amor o tener sexo? Sea uno u otro el caso, lo cierto es que muchas personas tienen un fetiche que en ocasiones les da pena revelar.

 

Un fetiche es un objeto inanimado al que se le atribuye un poder mágico o superior. El fetichismo en el sexo es el aumento del deseo sexual con la presencia de un objeto, una acción o incluso una parte específica del cuerpo.

 

Las mayoría de sexólogos reconoce que todos somos más o menos fetichistas. Ya en los estudios clásicos del psiquiatra Krafft-Ebing o del psicólogo Alfred Binet se conectaba esta forma de excitación con experiencias de la pubertad y de la adolescencia y se reconocía que los actos del fetichismo eran involuntarios e impulsivos.

 

El doctor Stephen Snyder asegura que al contrario de lo que cree la mayoría, tener un fetiche no tiene nada de extraño o extravagante y es algo que ni debería avergonzar a nadie ni que se tendría que mantener oculto de la pareja.

 

De hecho,  una de las maneras para que el sexo no se vuelva monótono está precisamente en permitir que estas pequeñas perversiones se vean de alguna manera estimuladas entre las sábanas (o incluso fuera de ellas).

 

Estos son los fetiches más comunes:

Los pies como fetiche

 

Comencemos con los pies, que es probablemente, de una de las obsesiones más difundidas entre los comunes mortales. Según la educadora sexual Nichi Hogson “es menos raro de lo que se cree que los pies sean un fetiche. Algunas investigaciones establecen que ciertas áreas del cerebro relacionadas con ello se encuentran muy próximas a aquellas conectadas con los genitales”.

 

Esta parte del cuerpo cuenta, por otro lado, con muchísimas terminaciones y numerosos nervios pueden verse estimulados presionando sobre sus diferentes áreas.

 

Ser un fetichista de los pies dice curiosamente bastante poco sobre el carácter del individuo. Dentro de esta fijación, no es raro que la obsesión se extienda a las extremidades, las medias o los zapatos.

Sexo en un lugar público

 

Todo depende de la persona, muchos pueden preferir una habitación, mientras otros no necesitan de ella y sólo necesitan un poco de astucia para no ser descubiertos.

 

Según un estudio de una marca de preservativos, la mitad de los millenials ha tenido experiencias sexuales en un espacio público, y curiosamente, la práctica está más difundida entre los más veteranos de este grupo poblacional.

 

Parecer ser, al mismo tiempo, que la preferencia por dichos lugares tiene que ver con dos factores. Uno está relacionado con los hábitos, y las personas que son especialmente rutinarias o aquellas que tienen el carácter opuesto, se ven más predispuestas a mantener relaciones en tales sitios.

 

Al mismo tiempo una personalidad que tiende al exhibicionismo disfrutará más ante la posibilidad de ser cazado durante la práctica.

Azotes

 

Ya sea dándolos o recibiéndolos, para muchos hombres y mujeres los azotes forman parte de sus costumbres más arraigadas en la cama. El trasero es, a fin de cuentas, una importante zona de placer y cuando una sensación breve y repentina como un azote surge de manera espontánea, la excitación sexual se suele ver automáticamente incrementada.

 

Según Hodgson, los azotes “aumentan los niveles de endorfinas y nos permiten desarrollar un ligero juego de poder. Lo que se obtiene es, principalmente, una oleada de opioides cuando se golpea la piel, incrementándose el placer”.

Otras partes del cuerpo

 

El hecho de que muchas personas destaquen la importancia del trasero, los pechos, la boca o cualquier otro elemento del cuerpo de un futuro amante no es tan solo un simple capricho de su deseo sexual. Para algunos, una parte concreta del cuerpo del otro simboliza al hombre o a la mujer por entero, y es fundamental que esta cumpla con sus expectativas para la excitación sexual .

 

Según Hogson, este hecho aclara además que ni la obsesión de ciertos hombres por los traseros tiene nada que ver con posibles tendencias homosexuales, ni la devoción por el pecho de una mujer tiene relación alguna con episodios freudianos relacionados con la madre.

Lencería

 

La especial elaboración de la ropa interior añade un cierto barroquismo a las relaciones que a  muchos hombres y mujeres les resultan fundamentales a la hora de encontrar una motivación para mantener relaciones.

 

Quienes adoran incorporar corsés, ligueros o ropa interior en sus encuentros, hallan tales prendas como una anticipación de la experiencia, convirtiéndose en una especie de preliminares visuales.

 

Ante la importancia que tiene la estimulación visual en los hombres, es más común que este tipo de fetichismo aparezca en ellos.

 

Las personas que se sienten atraídas por la lencería suelen tener una sexualidad especialmente rica, donde la variedad en la apariencia o en el tacto forma parte de sus fantasías. Por dicho motivo, esas mismas personas dan especial al tipo de tejidos con los que la ropa interior se fabrica, así como a las impresiones que genera tocarlos.

 

(Con información de El confidencial)

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