Eugenio GONZÁLEZ | El Piñero
Tuxtepec vibra. Su ritmo no se detiene. Desde temprano, el bullicio de los mercados, el rugir de las motocicletas y el ir y venir de trabajadores, comerciantes y estudiantes dibujan la esencia de una ciudad que nunca duerme.
El dinamismo en Tuxtepec no solo se mide en su movimiento constante, sino en la fuerza social y laboral de su gente, hombres y mujeres que, desde distintos oficios, empujan cada día el desarrollo de la Cuenca del Papaloapan. Son los que levantan talleres, cultivan la tierra, venden en los tianguis, enseñan en las aulas o atienden detrás de un mostrador, todos con un mismo propósito, progresar sin perder sus raíces.
Aquí, la vida tiene ritmo propio. Un ritmo que combina esfuerzo, esperanza y resistencia. Porque en Tuxtepec, mientras otros prometen desarrollo, la gente lo construye con sus propias manos.
La Cuenca late al compás de su gente, diversa, trabajadora y orgullosa de su tierra. Ese es el verdadero dinamismo de Tuxtepec, el movimiento que no cesa, la voluntad que no se rinde y el deseo colectivo de ver a su ciudad brillar.
