Redaccion | El Piñero
Estado de México.- Toluca amaneció con la rutina torcida, una mujer de unos 35 años perdió la vida en plena madrugada de este lunes, cuando la fatalidad le salió al paso en el Boulevard Aeropuerto, justo a la altura de San Pedro Totoltepec. Una camioneta Durango blanca se cruzó en la trayectoria de un modesto Pointer donde viajaba una familia, y el choque terminó escribiendo un nuevo capítulo en la larga novela de accidentes que engordan las estadísticas mexiquenses.
El impacto fue brutal, la mujer quedó atrapada entre los fierros del compacto, mientras paramédicos de la Cruz Roja intentaban arrebatarle a la tragedia unos minutos más de vida. No lo lograron. El resto de los tripulantes salió con lesiones menores, aunque seguramente con el susto tatuado en la memoria. Los vehículos quedaron varados en el tramo elevado, frente a una farmacia que, paradójicamente, no tenía medicina para aliviar semejante caos.
Lo que sí tuvo receta fue el colapso vial, más de seis horas de cierre, una eternidad para miles de automovilistas que avanzaron a paso de tortuga por rutas alternas improvisadas. La Policía Estatal colocó cintas y con eso dio por resuelto el asunto, mientras la ciudad entera se ahogaba en un embotellamiento de proporciones bíblicas. De protocolos viales o gestión eficiente, ni hablar; pareciera que el manual oficial recomienda dejar que el tráfico se convierta en penitencia colectiva.
Y mientras la Fiscalía abre otra carpeta —esa especie de archivador nacional de tragedias—, las cifras siguen recordando lo obvio: en el Estado de México, cuatro personas mueren cada día en incidentes de tránsito. Una cifra que se pronuncia con frialdad estadística, pero que en la práctica significa hogares rotos, familias en duelo y ciudadanos que cada madrugada apuestan su destino en una vialidad donde el volante se parece más a la manija de una ruleta rusa.