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Expediente 2017: Infierno migrante: el viaje terrorífico de Veracruz a la frontera norte

El Piñero

 

Luis Velázquez

Veracruz, 03 de agosto de 2017 .-Los migrantes de Veracruz, igual del resto del continente, huyen de sus pueblos por el hambre, la miseria y la jodidez camino a Estados Unidos, la tierra prometida, la tierra del espejismo.

Y en el camino atraviesan las siguientes pesadillas:

Una. Ilegales, sin papeles, el viaje terrorífico de Veracruz a la frontera norte. Dramática la última historia. Las decenas de migrantes de América Central abandonados en Tamiahua, a punto de morir, entre ellos, 44 niños.

Dos. El viaje infernal para atravesar el río Bravo o el desierto y acercarse al país vecino. El tráiler de la muerte en Texas, en que murieran diez migrantes, uno de ellos, de Veracruz, originario de Papantla, con tres hijos en la orfandad y la esposa en el peor calvario social y económico de su vida. Y a los 24 años de edad.

Tres. El paso por el desierto, otra pesadilla. La película “El desierto” con Gael García Bernal lo expresa en su dimensión trágica. La cacería de migrantes practicada por rancheros norteamericanos.

Cuatro. “El infierno tan temido” de la policía migratoria. Si una persona camina como mexicano, mira como mexicano, habla como mexicano, está bajo sospecha. Y a la cárcel… para ser deportado.

Más ahora con Donald Trump.

Y cinco. La tragedia en toda su dimensión. El feroz acoso de las autoridades de EU.

De los 39 migrantes que iban en el tráiler de la muerte, catorce (uno de ellos, el hermano del migrante papanteco muerto) están hospitalizados en Texas.

Y día y noche, como temibles asesinos, son custodiados por los policías de varias agencias de seguridad.

Dice Alex Gálvez, abogado del joven Brandon Martínez, de 16 años de edad, uno de los sobrevivientes:

“Los están tratando como animales, como criminales, cuando todos ellos son víctimas de tráfico humano y homicidio”. (Reforma, Antonieta Cádiz, 30 de julio)

Por eso resulta imperdonable el desdén, el silencio, el desprecio y el menosprecio y la indiferencia de la secretaría General de Gobierno de Veracruz (Rogelio Franco Castán), responsable de la política migratoria de la yunicidad… que al momento, ninguna acción concreta y específica, pues, y si así fuera, el discurso político nada significa.

 

DEL HOSPITAL A LA CÁRCEL

 

En el hospital de Texas, donde los catorce migrantes convalecen (uno de ellos, originario de Papantla), el padre de uno de ellos, José Martínez, ha sido acosado por la policía migratoria, sin clemencia, piedad ni misericordia, el reino trumpiano, digamos.

Los migrantes “están muy débiles. Mentalmente, están muy traumatizados y no han tenido acceso a ningún tipo de apoyo”.

En tanto, los ilegales que ya fueron dados de alta se toparon con la otra cara sórdida y siniestra, pues están bajo custodia de los agentes del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas en un centro de detención en Texas.

La pesadilla en su más alta dimensión adversa y fatídica: después de que estuvieron a punto de morir, igual que los otros diez (uno de ellos, de Papantla), asfixiados en la caja del tráiler de la muerte, internados en un hospital vigilado por la policía migratoria, y una vez recuperados, derecho, derechito a la cárcel.

Todo, porque en sus pueblos, y como en el caso de los paisanos de Papantla, se fueron huyendo del hambre, la miseria, la jodidez, el desempleo, el subempleo y los pinches salarios de hambre.

Todavía, y de ñapa, el secretario de Desarrollo Económico (el panista Alejandro Zairick) anunciando, según él, una inversión millonaria para una fábrica que permitirá crear empleos, en un tiempo remoto, “mundillo color de rosa”, “tomadura de pelo”.

El góber azul, dándose, como siempre, “un baño de pueblo” yendo a comer tacos en un mercado popular.

“Vamos bien… y viene lo mejor”.

 

EL AUTISTA DEL PALACIO

 

Toda vida humana es invaluable. Es un mundo en sí mismo. Y la muerte de un migrante, atravesando tantos infiernos al mismo tiempo, significa una mancha negra en la política económica y social de un pueblo.

Ironías y burlas de la vida pública: la secretaria de Desarrollo Social (Indira Rosales San Román) anunciando que sacará de la pobreza a 400 mil personas con el programa “Veracruz comienza contigo” (marzo 2017).

Y la delegada federal de la SEDESOL (Anilú Ingram Vallines) anunciando que gracias a ella se está acabando la miseria y la pobreza en el territorio jarocho.

Una y otra, soñando con la Senaduría de la República el año entrante.

Las dos, dignas herederas de Alberto Silva Ramos y Jorge Carvallo Delfín cuando en su paso efímero por la SEDESOL duartiana aseguraran con todo el desparpajo y el cinismo del mundo que sacarían de la jodidez a dos millones de habitantes de Veracruz.

Más terrenal fue el primer titular de la SEDESOL, Marcelo Montiel Montiel, cuando dijera que “los pobres… son pobres porque quieren”, y punto.

Y de ñapa, en alianza con Juan Antonio Nemi, director del DIF, cabildearon la entrega de un diploma internacional marca “patito” para Javier Duarte por su extraordinaria política social, diciendo que gracias a él, el pueblo de Mixtla de Altamirano (la Pocahontas echando tortillas a mano) había dejado de pertenecer a la clase baja y ascendida a la clase media.

La muerte del migrante de Papantla en el tráiler de la muerte y el infierno que su hermano atraviesa en un hospital de Texas expresa el fracaso imperdonable de la política social y laboral.

Y de pilón, el desdén oficial.

Rogelio Franco Castán, un autista político.

 

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