Luis Velázquez
Veracruz.- Lo de menos es “dejar pasar” la mala leche, la cizaña y la intriga con que el viernes 24 hacia el mediodía cuando desde alguna zona siniestra del poder político mataron a este reportero de un infarto.
Unos, felices, anunciando su muerte natural.
Otros, que estaba en terapia intensiva en un hospital… desfalleciente.
Fue en las redes sociales y desde el anonimato. Quizá, desde algún celular.
Muchas gracias a las personas que hablaron. Pero a esa hora se estaba encuevado con un amor prohibido en un motel de Julen Rementería, en el reposo del guerrero, comiendo mini-churritos, porque el negocio no da para más y/o porque también trabaja en una mini-gubernatura.
Desde luego nadie pensaría que “la mano que meció la cuna” provino, digamos, de un contrincante visible, con todo y que un proverbio judío dice que un hombre se mide de acuerdo con el número de enemigos que deja a la hora de la muerte.
Menos de una mujer agraviada, porque desde hace muchos años ni siquiera agua se le da “al gallo de la pasión”.
Quizá, por ejemplo, pudiera tratarse de algún adversario de la infancia, si se considera que “la venganza es un plato que se come frío”, con todo y que hay quienes viven para odiar y así se reciclan.
“Veinte y las malas” que se trata, y desde el terreno de las presunciones, de un político, digamos, a quien las palabras hacen más daño que una R-15.
Incluso, que un despecho.
Pero con todo ahora sólo falta que la leyenda bíblica se cumpla: cuando se desea la muerte para una persona se le multiplica en años.
Claro, jamás ha de olvidarse la filosofía con que Miguel Alemán Velasco enfrentaba el mal karma, diciendo que “a todos nos han amenazado”.
EL ÁNIMO SE CONSERVA
“Escribe y prefiere los hechos” decía Antón Chéjov según documenta un maestro de literatura rusa en la universidad de Petersburgo.
En el Fidelato, por ejemplo, el reportero vivió en el aislamiento político porque el góber fogoso siempre dijo a los suyos que aquí se estaba con el Yunes azul, lo cual, está claro, jamás ha sido, ni siquiera, vaya, por accidente.
En el duartazgo fue peor porque, tiempo cuando inició esta página web como agencia noticiosa, la vocera bloqueó el esfuerzo en varios periódicos escritos advirtiendo que si publicaban los textos les retiraría el convenio mensual, en muchos casos, jugoso.
Nunca, se agradece, se metieron con la vida. Tampoco mataron en las redes sociales.
Ahora, sin embargo, y a casi tres meses de la yunicidad, se ha dado…considerando el oficio periodístico que se ejerce desde hace nueve gobernadores.
Pudiera, digamos, tratarse de un mensaje expreso y manifiesto, y del que se deja constancia.
Claro, también está la posibilidad, por ejemplo, y sólo por ejemplo, de una mano duartista y/o de una fidelínea para inculpar al sucesor, luego de que en el sexenio anterior diecinueve reporteros y fotógrafos fueron asesinados y tres más desaparecidos y cinco más exiliados y más de treinta cobijados en la secretaría de Gobernación con medidas cautelares.
Pero, con todo, ninguna duda existe que la mala leche provino de un político y/o de un grupo político.
Por fortuna se conserva el ánimo. Peores cosas sucedieron otros años y que podrían, digamos, multiplicarse en el Veracruz turbulento y revuelto que aún vivimos y padecemos.
PRESUNTO CULPABLE, UN YUNISTA AZUL
Por ejemplo, Agustín Acosta Lagunes, 1980/86, llegó a la locura.
Un tiempo se fue corresponsal de La Jornada México y el exgobernador se entrevistó con Carlos Payán Velver, y luego de las amenazas de muerte al tecleador, el director general del periódico llegó a la conclusión que “estaba loco”, pero en la locura todo podía suceder y, por tanto, hubo una tregua reporteril.
Acosta Lagunes también fue con don Julio Scherer García, director general de Proceso y le pidió la renuncia del corresponsal.
Don Julio le dijo:
“Usted manda en Veracruz y yo en Proceso”.
Y don Julio contó la anécdota, a las que de seguro estaba habituado, y dijo que “con más fuerza y más brío” a seguir contando la realidad.
Entonces, Acosta Lagunes ordenó a su hombre de más confianza, Ignacio Morales Lechuga, subsecretario y secretario General de Gobierno, intimidar al reportero.
Primero, ordenó a su comandante policiaco en el puerto jarocho que le robaran en su casa en cuatro ocasiones seguiditas, una por semana.
Después, ordenó a su presidente municipal, Alberto Tejeda Patraca, el acoso total al grado de exigir el exilio.
Durante quince días, una camioneta blindada, sin placas, acosó a su esposa cuando iba por los niños a la escuela.
Y el día número 16, el tecleador fue detenido, con todo y sus hijos, y llevado a la oficina del alcalde.
–Dices el gobernador que te exilies, dijo Tejeda Patraca.
–¿Por qué?
–¡Eso te pide o sufrirás un accidente!
–Dile que no me exiliaré. Y aquí seguiré.
Fue aquel un sexenio brutal en que proliferó la llamada “Sonora Matancera”, a cargo de caciques y pistoleros, los carteles y cartelitos de entonces, uno de los cuales, Roberto Acosta, decía que una palabra de Acosta Lagunes era suficiente para matar al reportero.
Ahora, todo indica, el rencor y el odio trumpiano está vigente en Veracruz.
Pero si el tecleador sufriera un ataque de caspa, ahora cuando casi está calvo, el presunto responsable es un yunista azul.
