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Expediente 2017: “Palos de ciego”

El Piñero

Luis Velázquez

28 de junio de 2017

 

La yunicidad está dando “palos de ciego”. Dice, por ejemplo, y a partir del sábado negro del 24 de junio (24 muertos) que nunca “negociará con la delincuencia”. Se ignora si algún opositor lo habría pensado, pero, bueno “a palabras necias oídos sordos”. Y es que simple y llanamente, sería impensable un pacto entre el gobierno de Veracruz y los malandros. En todo caso, el bienio azul estaría reproduciendo la misma cantaleta de Felipe Calderón de que nadie lo doblegaría, con todo y haber dejado veinte mil muertos.

Tampoco ha de esperar la yunicidad que le aplaudan porque, digamos, llamó “bestias” a los malosos. De entrada, reproduce el estilo personal de ejercer el poder a partir de bravuconadas… que, por desgracia, nada resuelven. Inverosímil, por ejemplo, el crimen de cuatro niños el sábado negro en Coatzacoalcos. Y del otro niño en Tantoyuca, el feudo del cacique Joaquín Rosendo Guzmán Avilés, titular de la SEDARPA.

Nadie tampoco lo felicitaría porque con el sábado negro ha lanzado dos, tres videos en sus redes sociales. Nada se gana con adueñarse del micrófono, cuando la población sólo espera hechos concretos y específicos, es decir, el paraíso perdido restablecido.

En el viejo oeste publicaban cartulinas ofreciendo recompensas por asesinos a sueldo. Entonces, los otros homicidas iniciaban la cacería de ellos. Ahora, el gobierno de Veracruz, igual que en el duartazgo, ofreció un millón de pesos por datos que lleven a la captura de los cuatro asesinos de los policías federales.

Y para “tapar el ojo al macho”, otra recompensa por los homicidas de los cuatro niños y sus padres en Coatzacoalcos.

El hecho significa, entre otras cositas, cierto, un gobierno rebasado y desesperado. Pero al mismo tiempo, el principio de Peter. Habrían fallado, han fallado, las corporaciones de seguridad. También, la DEA jarocha. Entonces, incentivan a la población (una población desempleada y migrante, subempleada con salarios de hambre, en la miseria, la pobreza y la jodidez) para volverse delatores. (¿Delatores sabiendo que de por medio también existen “halcones”, y lo peor, narcopolicías? ¿O a poco los narcopolicías y narcomandos ya se acabaron, así nomás, de un sexenio a un bienio?

Nadie, por ejemplo, levantó la mano para usufructuar la recompensa de quince millones de pesos por el paradero de Javier Duarte. Quizá, claro, nadie lo conoció. Ahora, un millón de pesos por cada uno de los cuatro sicarios en la mira.

La yunicidad no puede. Las circunstancias la rebasaron. Ya lo dijo el senador Héctor Yunes Landa: cada cinco horas y media se está cometiendo un crimen en el territorio jarocho.

 

QUEDAR BIEN CON LAS ELITES…

 

Tan es así que, por ejemplo, la iglesia católica ha convocado (una vez más) a recuperar la paz.

El obispo de Córdoba, Eduardo Patiño Leal, lo dice así: la violencia ha escalado.

El vocero de la Diócesis de Veracruz, Víctor Díaz Mendoza, lo describe: los crímenes “ya están todos los días en el menú de la mesa”.

El arzobispo Hipólito Reyes Larios lo documenta: “Veracruz vive una etapa de miedo, como Europa con el terrorismo”.

De nada, pues, o de poco, han servido la Fuerza Civil y las políticas estatales y municipales y la experiencia, digamos, del secretario de Seguridad Pública, para frenar el tsunami de la violencia.

Pero tampoco la Gendarmería, la Policía Militar, los soldados y marinos, y aun cuando fue anunciado que israelitas y colombianos participarían en la lucha contra los carteles y cartelitos en Veracruz, se ignora.

El resultado es fatídico.

Peor, si se consideran “los palos de ciego”, aun cuando para el efecto mediático, el anuncio fue publicado en una que otra portada de la prensa escrita de la Ciudad de México.

Y en el titular se fueron, en efecto, por la recompensa por los asesinos de los mandos de la Policía Federal.

Tal cual, la yunicidad ha de quedar bien con las elites políticas del altiplano, pues siempre, siempre, siempre serán más importantes los federales ejecutados que los cuatro niños. Incluso, hasta les llamaron héroes, en tanto en Coatzacoalcos, los familiares de los niños mendigaban apoyos para los féretros.

 

TRAGEDIA Y COMEDIA

 

En el duartazgo (octubre del año 2011), 36 cadáveres fueron tirados en el paso a desnivel de la avenida Ruiz Cortines, en Boca del Río.

Entonces, y de manera apresurada y afiebrada, Javier Duarte se acordó de Poncio Pilatos, “se lavó las manos” y aseguró ante el país y el mundo que todos, todos, todos eran narcos, cuando era manifiesto que entre los cadáveres estaba, por ejemplo, una quinceañera y su señora madre.

Ahora, en unas cuantas horas, la yunicidad se aceleró a decir que el padre de los cuatro niños asesinados en Coatzacoalcos “podría estar vinculado con un evento delictivo sucedido el día anterior”.

Pero…, dijo, jugando con la palabra y el discurso, sembrando la duda y la sospecha, curándose en salud igual que Javier Poncio Pilatos Duarte, que “no se adelantaran los hechos y que el fiscal dará a conocer los avances” (La Jornada, 26 de junio, 2017, página 27, ocho columnas).

Otro “palo de ciego” inverosímil, si se consideran, primero, los derechos humanos, y luego enseguida, la nueva justicia penal, y después, lo fundamental, que nada se gana con anticipar juicios tan categóricos, y más proviniendo del jefe del Poder Ejecutivo Estatal.

Habría, no obstante, en medio del tiempo nublado, mejor dicho, huracanado que se vive y padece en el paraíso que fue Veracruz, que a mitad del semestre el góber azul reviró a los críticos de la oposición diciendo que “es fácil criticar desde afuera”.

Ajá.

El año anterior, en el duartazgo, “desde afuera”, el ahora góber azul hacía lo mismo, y ahora cuando “tiene el sartén en la mano” pretende justificarse.

En la película “El infierno” de Luis Estrada, parece que los malandros, también ocurrió en el país, roban un cadáver, como sucedió en octubre del año 2012 cuando de una funeraria en Coahuila se llevaron el cadáver de Humberto Lazcano Lazcano, “El Lazca” y/o “El verdugo”, uno de los jefes narcos más temible y temido. Y en Coatzacoalcos, también ocurrió el domingo 25 de junio.

Y lo peor, mientras en el filme se lo llevan del forense, en el caso (el cadáver de Bernardo Cruz Mota) se lo llevaron del cortejo fúnebre (avenida Universidad, a unos metros del panteón Colinas de la Paz, ¡vaya nombre!) unos tipos, ajá, uniformados de marinos y de policía ministerial… que así, se entiende, quisieron desviar la atención y ubicar culpables.

Por un lado, entonces, “palos de ciego”, y por el otro, la vida sórdida y siniestra de Veracruz repitiéndose como tragedia y comedia, pues una vez más, la yunicidad inculpó al duartazgo de la inseguridad vivida y padecida.

Sabrá el chamán el lugar donde habría quedado la experiencia en seguridad pública de que tanto alardea el bienio azul…, pues seguir inculpando a Javier Duarte de todo lo malo ya se volvió repetitivo y se ha vuelto una mala película, sin efecto electoral.

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