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Expediente 2018: Efecto AMLO

El Piñero

Luis Velázquez
10 de mayo de 2018

AMLO se ha vuelto “un rayito de esperanza” para Cuitláhuac García, su candidato, más que de MORENA, a gobernador.
Con todo y los posgrados que alardea, como estudios en Manchester, Inglaterra, y Alemania, 50 años cumplidos, “Cui” (así, minimizado se hace llamar en las redes sociales) tiene clara la aurora electoral en Veracruz:
“Yo ganaré la gubernatura, ha dicho desde hace rato, porque AMLO irá en la boleta”.
Ahora, en su hashtag revolucionó el concepto.
“No sería extraño que arrasemos (¡vaya verbo tan impetuoso!) por el efecto AMLO”.
Desde hace 18 años, cuando “El Cui” tenía unos 30, 31 años, y vivía, digamos, encerrado en el salón de clases, “El peje” caminaba el país de norte a sur y de este a oeste.
Y por eso mismo se conserva como puntero en la encuesta histórica.
Y por eso tanto rafagueo en su contra de los 4 candidatos presidenciales.
Así, a Cuitláhuac le resulta fácil, como a todos, treparse en las valencianas del tabasqueño, el nuevo “Ciclón del sureste” como llamaban a uno de sus héroes históricos, Carlos Alberto Madrazo.
Ni hablar, una vez más se confirma que cada mexicano lleva un PRI chiquito adentro.
Al PRI se debe, por ejemplo, la cultura del poder político concentrado en un solo hombre.
En el caso, AMLO, el dueño único y absoluto de su partido, MORENA, de igual manera como, digamos, cada 6 años el tricolor cambia de líder subliminal con su presidente de la república.
¡Pobre Cui!
Tan cerca de AMLO y tan lejos de los 6 millones de habitantes de Veracruz en la pobreza, la miseria, la jodidez, el desempleo, el subempleo, los salarios de hambre, la baja calidad educativa, la pésima calidad de salud y la descarrilada inseguridad e impunidad creciente.
Sin AMLO, Cuitláhuac estaría condenado, más que a una derrota en las urnas, a la vergüenza total.

AÑOS LUZ DE DISTANCIA

Según el candidato de AMLO a gobernador, desde el año 1988 ha militando en la izquierda.
Alardea de fundar el PRD en Veracruz.
Dice que se ha mantenido en la lucha social, sin que nadie conozca (se ignora si los suyos) el resultado social generado con su lucha histórica.
El caso es que cuando Cui llega a un restaurante o a un café, nadie lo pela.
Más aún: ni siquiera llame la atención, digamos, como un Fernando Gutiérrez Barrios que con su sola mirada electrizaba o un Fernando López Arias quien con su baja estatura se imponía.
Semanas anteriores, por ejemplo, fue al estadio Luis “Pirata” Fuentes a un juego de fútbol del América, y como llegó con un séquito de aplaudidores y hacía escándalo brinconteando, alguien por ahí, vecino de grada, preguntó el nombre del escandoloso.
“Es Cuitláhuac” le contestaron.
“¿Y quién es Cuitláhuac?” reviró alguien.
Maestro de tiempo completo desde hace veinte años, por ningún lado se asoman sus discípulos para saludarlo.
Pero con veinte años en el salón de clases (de seguro ha de estar comisionado sin goce de sueldo y sin hacer antigüedad, lo más importante en la vida de un trabajador que habrá de pensionarse), por ningún lado se le escucha su estatura académica.
El politólogo Carlos Ernesto Ronzón Verónica dice que hay una distancia, años luz, en el discurso electoral de Cuitláhuac y el profesor más sencillo y modesto de un colegio superior.

UNA COSITA ES AMLO Y OTRA EL CUI

El candidato de AMLO al trono imperial y faraónico de Veracruz (“El país de un solo hombre”) alardea de su militancia en la izquierda, primero en el PRD, y ahora en MORENA.
Y “se corta las venas” hablando de que “hay población que no tiene qué comer y no tiene trabajo aunque lo busque en el estado” y dice que “la microempresa tiene récord de cierres”.
Desde luego, teoriza desde el púlpito electoral.
Pronuncia su homilía, sin tener biografía política y social al frente de una dependencia ni menos, mucho menos, experiencia.
Y su megalomanía se reproduce cuando toca el asunto polvoriento de la violencia cuya “escalada debemos detener”.
En ningún caso, y en sus redes sociales tampoco en el discurso, marca la estrategia, el programa, la política de desarrollo a ejecutar para alcanzar el objetivo.
Los enunciados en las redes se desbordan como volcán en erupción, a tientas y locas, agarrando camino por donde se pueda.
Y, bueno, a cualquier oposición le resulta fácil criticar, sentenciar y satanizar desde el púlpito.
Peor, como en su caso, cuando fija el derrotero, pero sin aportar soluciones concretas y específicas.
¡Pobre el maestro con 20 años de antigüedad, graduado, dice, en el extranjero!
Incluso, queda pero cuando jura y perjura que nunca, jamás, se enriquecerá a la sombra del poder.
Por una sola circunstancia: está probado y comprobado que cuando un político queda al frente de una dependencia pública con presupuesto y con posibilidad de hacer negocios lícitos e ilícitos y con un equipo de hombres a su servicio, a la primera de cambios resbala, tentado por las circunstancias.
Ya, por él mismo.
Ya, porque los suyos lo tienten.
Ya, porque su barbie (mujer, hombre o fantasma) lo seduzca y convenza.
Nadie duda de que el candidato de AMLO sea un hombre íntegro, pero como político, apenas, apenitas, ha sido diputado federal con licencia (para regresar al Congreso federal si pierde), y su naturaleza humana, su identidad, la firmeza en sus principios y valores, su moral pública, su ética, está por conocerse.
Además, con todo y que arrasara “por el efecto AMLO”, una cosa es AMLO y otra Cuitláhuac.
Y una cosa es el primero y el segundo y el tercer círculo del poder de AMLO y otra el primero y el segundo y el tercer círculo de poder de Cuitláhuac.
Y una cosita son las mujeres de AMLO y otra las mujeres de Cuitláhuac.

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