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Expediente 2018: Político de fuego y con fuego; rastrean desapariciones forzadas en la era de Fidel Herrera

El Piñero

 

Luis Velázquez

06 de marzo de 2018

El gobernador Yunes es un político de fuego y con fuego. Mientras los enemigos y adversarios se le van a la yugular, él sigue para adelante. En las últimas horas, por ejemplo, estremeció una vez más a Javier Duarte y Karime Macías. Y de ñapa, acalambró a la mitad de su mundo policiaco y a la otra mitad. Y reveló que en la Fiscalía hay 230 expedientes sobre desaparición forzada y que significa la alianza de políticos, policías y malandros para levantar a inocentes. Un delito que nunca, jamás, prescribe.

Y en el caso, sigue rastreando pistas de desaparición forzada que lleven a Fidel Herrera Beltrán, el político que más odia en la vida. Y lo odia desde hace más de veinte años.

Nunca, nadie, antes, ni después, ha odiado ni odiará tanto.

Le vale que los detractores se vayan contra sus hijos. En el caso de Fernando, el alcalde, por el gatocidio. Y en el caso de Miguel Ángel junior porque el coordinador de MORENA, Manuel Huerta Ladrón de Guevara, ha solicitado al OPLE cancelar la candidatura de “El chiquis” a gobernador, porque cometió un delito de lesa humanidad en jornada electoral, como es asistir a la inauguración del Hospital Infantil más fregón de América Latina, invitado, claro, por su padre.

 

DUARTE, ECHADO PA’LANTE

 

Pero el padre, gladiador político desde los 23, 24, 25 años (tiene 65 y piensa vivir hasta los 110 años) sigue doblegando a las elites priistas, que se “le pusieron de pechito” y hace su chamba para heredar el trono imperial y faraónico de palacio al primogénito.

Por ejemplo:

Luego de que diecinueve jefes policiacos y policiacos fueron detenidas acusados de desaparición forzada, Javier Duarte, preso en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México, se estremeció.

Y se cimbró tanto que luego enseguida envió a su abogado, el abogado de Elba Esther Gordillo y Napito Gómez Urrutia, a la Procuraduría General de la República, PGR, para decir que desea declarar sobre la desaparición forzada de sus chicos malos y que llevara a la vocera del Solecito, María de los Ángeles Díaz Genao, a decir que el jefe máximo de aquella banda siniestra y sórdida era Javier Duarte.

Días después, Karime Macías, desde Londres, con sus 9 abogados, envió otra cartita a la Fiscalía diciendo que le detallen la carpeta de investigación en su contra, en tanto el Fiscal respondió que, claro, pero siempre y cuando ella se presente.

Además, solicitando un amparo ante un juzgado penal en la Ciudad de México por si las dudas la yunicidad le echara el guante.

Karime, doblegada. Y doblegada, porque antes había enviado cartita furibunda a la Fiscalía exigiendo la devolución de sus bienes materiales incautados en la bodeguita cordobesa, entre ellos, su diario, aquel donde en una sola página anotara que merecía abundancia.

La misma abundancia que Javier Duarte le dispensara con los recursos públicos, desde viajar en el avión oficial a la Ciudad de México sólo para darse manicure y pedicure hasta el regalito de dos caballos de carrera con alberca y hospital para animales en el rancho “Las Mesas”, del Valle de Bravo y que ahora el gobernador Yunes cabildea vender a la secretaría de la Defensa Nacional.

 

BARBARIE Y CRUELDAD

 

Quince meses y cinco días después del fin del duartazgo, el saqueo a las arcas todavía continúa sorprendiendo a la población. Ellos “ordeñaron la vaca” de manera sórdida, y más, porque era una vaca suiza que detestaban varias veces al día.

Pero ahora, la desaparición forzada rebasó por completo la imaginación humana. La barbarie. La crueldad.

Ya se sabe: los llamados “Policías Fieles” de Duarte y Arturo Bermúdez Zurita (el Bermúdez que trabajó con el subsecretario de Finanzas, Sergio Maya, en el alemanismo, y en el C-4 en el Fidelato y en la secretaría de Seguridad Pública en el duartazgo) desaparecían a las personas en los retenes donde detenían sus automóviles.

Levantaban a civiles en las noches cuando caminaban en las calles hablando por celular, según la Fuerza Civil, con sus jefes, Los Zetas.

Los sepultaban en las fosas clandestinas de “Colinas de Santa Fe”.

Los sepultaban en los terrenos donde luego levantaban más oficinas de la Academia de Policía de El Lencero.

Los tiraban desde un helicóptero a una barranca.

Los arrojaban a un león y a un cocodrilo.

Tal cual, dice el gobernador Yunes hay todavía doscientos treinta (230) expedientes sobre desaparición forzada que la Fiscalía investiga, rastrea pistas, sigue la huella del iceberg, y llegará, dice el azul, “hasta donde se tenga que llegar”.

 

UNA MANCHA EN EL TIGRE

 

Según la Fiscalía el duartazgo dejó 3 mil 600 desaparecidos.

Según la diputada Marijose Gamboa Torales, fueron quince mil.

Según el Solecito, treinta mil.

Nunca, claro, se sabrá “la verdad histórica”.

Pero mientras, demos gracias al Ser Superior en que cada quien crea de haber sobrevivido al tiempo cruel y siniestro del sexenio anterior y que sólo podría, digamos, competir con otro capítulo sórdido de Veracruz, cuando la temible “Mano Negra” del cacique de Almolonga, en Xico, Manuel Parra, quien con sus guardias pretorianos, sicarios y pistoleros, asesinaron a cuarenta mil campesinos en aquella lucha agraria entre los latifundistas y los ejidatarios en la década de los veinte y que fueron el brazo armado de los mandatarios en turno.

El gobernador Yunes es un político de fuego y con fuego. Y nada lo amedrenta ni echa para atrás. Sólo así habrá justicia, siempre y cuando, claro, achique por completo la violencia en Veracruz, pero más, mucho más, la desaparición forzada, y corte por completo las uñas a su gabinete.

Por cierto, siguen desaparecidos el matrimonio de Paso del Macho, y el estilista jarocho y la ciudad de México, con todo y que habrían participado en una fiesta swinger.

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