Luis Velázquez
Veracruz.- Con Érick Lagos y Jorge Carvallo hubo cabildeo, acercamientos, perdones, abrazos y juramentos para trabajar por abajo del agua como el topo de Carlos Marx.
Con Adolfo Mota y gracias al senador Emilio Gamboa Patrón, abrazo y sonrisitas en público y hasta salvas militares.
Con Moisés Mansur Cisneyros, el amigo prestanombre de Javier Duarte, solo hubo perdón y doble: perdón para él y perdón para su esposa luego de quedar advertido que terminaría en la cárcel.
Para Alberto Silva Ramos, el que más agraviara en las redes sociales al gobernador Yunes en el tiempo del duartazgo, y para Antonio Tarek Abdala, “mi hermano” le llamaba Karime Macías, ni un cafecito ni una tregua, y por el contrario, dos solicitudes de desafuero que bloqueadas por la aplanadora priista, fueron advertidos con frase bíblica:
“Nos vemos a la salida”.
Y a la salida luego de que el fuero se les termine como diputado federal y que pronto será.
Pero para Felipe Amadeo Flores Espinoza, el amigo desde cuando ambos fueron agentes del Ministerio Público en el inicio del sexenio de Rafael Hernández Ochoa, se están dando todas las mieles del poder.
Lo decía Benito Juárez, uno de los héroes de AMLO, con frase histórica:
“Para los amigos, justicia y gracia. Y para los otros, justicia a secas”.
DÍAS ADVERSOS
Pero para el amigo del gobernador Yunes, Felipe Amadeo (una ex alcaldesa de Alvarado lo bautizó con el título de “El indio cara dura”), los vientos parecen huracanados.
“Los días de vino y rosas” diferidos para un tiempo mejor.
Y más, por lo siguiente:
En los últimos días, Flores Espinoza ha sido una vez más puesto en el carril impetuoso del Solecito.
Lo involucra en casos de desaparición forzada, entre ellos, el de Gema Mávil, desaparecida, asesinada y sepultada en una fosa común de Xalapa, y de Gibrán, el cantante de “La Voz México”, sin contar otros, como aquel cuando dijera a una madre con hija desaparecida que en Cardel no se metía porque era territorio Zeta.
El olfato social y penal de “El indio cara dura” lo llevó, incluso, a un bajo, bajísimo perfil.
Durante más de cuatro, cinco meses, operó en el silencio. Mejor dicho, en el limbo político. Sin asomarse a la pasarela priista. Lejos del carril mediático. Recluido en su rancho, “La chicharra”, haciendo experimentos genéticos. Paseando, ajá, con los nietos en la Ciudad de México.
Es más, ni siquiera, vaya, contestaba las llamadas telefónicas del candidato priista a gobernador ni menos, mucho menos, del presidente del CDE del PRI.
Moviéndose, pues, desde las sombras como si su destino fuera igual que el de Luzbel, operar en las tinieblas.
Y es que su olfato y/o su información privilegiada le permitieron avizorar el tiempo sórdido y siniestro que vendría.
“LAS BARBAS A REMOJAR”
A: El Solecito escarbando la huella de la desaparición forzada en foros locales y nacionales. Incluso, en el continente.
B: La captura, de pronto, de los diecinueve jefes policiacos y policías señalados de desaparición forzada.
C: El ex secretario de Seguridad Pública, José Nabor Nava Holguín, declarado prófugo de la justicia y que llevara al gobernador Yunes a publicar un desplegado el 9 de febrero del año que corre ofreciendo un millón de pesos por datos que lleven a su detención.
D: La aprehensión del ex director de Servicios Periciales y de la Fiscal de Xalapa, María Rosario Zamora, acusados de la desaparición de 13 de 19 cadáveres arrojados en el duartazgo en la barranca de la muerte conocida como “La aurora” en el municipio de Emiliano Zapata.
Y entonces, Felipe Amadeo “puso sus barbas a remojar”.
Y fue cuando se diera el brinco de “Los Viagras”, (su Vía Veracruzana) al PAN de su amigo Miguel Ángel Yunes Linares.
En el carril priista aseguran que de rojo mudó en azul para ganar impunidad.
Y es que, claro, ha de ser terrible y fatídico dormir en el penal de Pacho Viejo y cada mañana, a la hora del desayuno o en el patio de recreo saludar a los antiguos compañeros del gabinete legal y ampliado de su excelencia, el señor Javier Duarte, declarado el prototipo de la nueva generación priista según Enrique Peña Nieto.
“EL INDIO CARA DURA”
Político mesurado, tranquilo, reposado, durante un tiempo el ex procurador de Justicia, ex director de Seguridad Pública, ex secretario General de Gobierno, ex diputado local y federal, ex presidente del CDE del PRI, ex de tantas cosas menos de gobernador, permaneció inalterable.
Evasivo y huidizo como buen ranchero se ha mantenido, digamos, frío y distante, aun cuando, claro, con el vaso comunicante a los suyos, sus cercanos, sus leales, sus fieles, sus Sancho Panzas.
Pero una cosita es que el jefe Yunes azul lo quisiera tener blindado y otra que haya desertado del PRI y entregado al PAN y otra que el Solecito y colectivos lo tengan en la mira como presunto responsable de desaparición forzada.
En ningún momento, claro, porque haya desaparecido personas y cadáveres, sino por negligencia (quizá tibieza, acaso cálculo político), un delito consignado en la Ley de Responsabilidades de Funcionarios Públicos.
Todo, caray, por defender a Javier Duarte y proteger a Arturo Bermúdez Zurita, con quien de principio a fin en la Procuraduría se rasparon.
El mundo, ya se sabe, “se divide en buenos y malos. Sumas y restas. El todo o la nada” (Jan M. Ahrens).
Y mientras el Solecito de la señora María de los Ángeles Díaz Genao vive esperanzada en perforar como la gota la roca, “El indio cara dura” está en la mira.
Ya se verá y sabrá si al gobernador Yunes le alcanza el poder para librarlo del huracán social, pues una vez destapada la caja de Pandora, cada vez adquiere más y más fuerza.
La desaparición forzada es el capítulo más oscuro, sórdido y siniestro del duartazgo y es “un delito de lesa humanidad que nunca prescribe”.
Y si el gobernador Yunes lo deja suelto, en el próximo sexenio podría reventar.