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Expediente 2019: El príncipe del palacio

El Piñero

Luis Velázquez

20 de julio de 2019

Los hechos son así y a partir del dato, exprese el lector el siguiente paso que todos hemos de dar.

Uno. La semana anterior, como dice el erudito clásico, “los demonios anduvieron sueltos”. Por ejemplo, en Acultzingo, los vecinos se tirotearon con unos malandros, cubriéndose así, quizá, los vacíos de poder de la secretaría de Seguridad Pública.

Dos. En Maltrata, unos ciudadanos encapuchados y armados lincharon a un presunto secuestrador.

Tres. En Tancoco, un comando armado robó las armas de las policías y de paso, dejaron un recuerdito tiroteando el palacio municipal, digamos, la oficina policiaca.

Cuatro. En Xalapa, encabezados por su presidente municipal, los vecinos de Pajapan se amotinaron frente a palacio de gobierno. Reclamaban el legítimo derecho de audiencia. Fueron desoídas. Los dejaron dormir toda la noche a la intemperie.

Cinco. 2, 3 días después, once alcaldes de la Cuenca del Papaloapan, encabezados por Bogar Ruiz, de Alvarado, también se amotinaron frente a palacio reclamando lo más difícil en la era de MORENA como es una audiencia.

Y sexto. Ante las sublevaciones, la orden del jefe máximo de palacio fue cerrar, blindar las puertas, levantar un muro tipo Donald Trump a la ciudadanía. En vez de puentes, muros.

A partir de entonces, para ingresar a palacio de Xalapa, primero, credencial de elector.

Segundo, razones poderosas para ingresar.

Y tercero, la policía cuidando el palacio.

Vaya, antes, mucho antes, y durante muchos años, todavía en el sexenio de la izquierda que camina, la población urgida de emergencias urinarias entraba a palacio y zas, misión cumplida. Ahora, a buscar por ahí una cantinita de paso si es que, claro, la gerencia lo permite.

Así, disponga el lector de unos minutos para meter los seis puntos anteriores en un vaso jaibolero, revuélvanse y agítense y deriven, más que un estilo personal de ejercer el poder y gobernar, una forma clara, inevitable, de represión social.

El señor del palacio ha sustituido el diálogo y la audiencia por el tolete y la macana.

Manifiesta, claro, su desdén a los pendientes sociales.

Sueña, quiere, reclama, un Veracruz tranquilo. Gobernar en paz sin que nada ni nadie altere sus días y noches fifís, salseros y sabadabas.

El Príncipe de la colonia Macuiltépetl de Xalapa gobernando a su pueblo.

CADA PRÍNCIPE CREA SU REINO

Tres veces, Antonio López de Santa Anna gobernó Veracruz antes de mandar en el país durante once ocasiones.

Y con frecuencia, se aburría del poder y de las elites políticas a su alrededor.

Entonces, nombraba un gobernador interino, agarraba una mulata preciosa y se iba de pueblo en pueblo a apostar en las peles de gallo, su debilidad, y luego, a emborracharse con su mulatita sabrosa al lado.

Muy gallito, ambicioso por entrar al reino imperial y faraónico de su Alteza Serenísima, Agustín de Iturbe, Santa Anna, menor de 30 años, enamoró y sedujo a su hermana de 60 años de edad.

Entonces, la hermana dijo a Iturbide que deseaba casarse y su Alteza estalló y lo citó en palacio federal y le leyó la cartilla:

“Tienes tantas horas para decir a mi hermana que te desistes. De lo contrario, amanecerás muerto. Y te regresas a Xalapa y te calmas”.

Santa Anna echó marcha atrás.

Un año después envió a Agustín de Iturbe una cartita informándole que se casaría con una chica de 14 años de edad, originaria de Alvarado, hija de un comerciante español.

Santa Anna ejerció el poder a plenitud, dejando que los suyos se ocuparan de los graves pendientes sociales, dando juego político a cada uno, confiando en su operación política para resolver entuertos.

En el caso, en el Veracruz del siglo XXI, ni unos ni otros conciben el poder con sentido social.

Por eso, los ciudadanos encapuchados de Maltrata y los vecinos de Acultzingo tiroteándose con los malandros haciéndose justicia por mano propia.

Por eso, la incapacidad policiaca de Tancoco para enfrentar a los carteles que los desarmaron.

Por eso, cerrar las puertas del palacio a la gente, y más a la población contestataria.

LA POBLACIÓN SIGUE HARTÁNDOSE

Unos vecinos de Pajapan y la Cuenca del Papaloapan, con sus ediles al frente, llaman a palacio y les dan un portazo. Una patada dirían en Alvarado. Un aviso siniestro y sórdido: si continúan así “vendrán tiempos peores y caerán muchas manzanas podridas”.

El gobierno de Veracruz alardea del diálogo con la población para analizar juntos soluciones justas a los pendientes sociales.

Y en vez del diálogo, la exposición de ideas y alternativas, la búsqueda de encuentros más que desencuentros, la posibilidad de una negociación y un acuerdo, el palacio es cerrado de golpe y porrazo.

Nadie en Veracruz sufragó en las urnas en el mes de julio del año anterior pensando en que las cúpulas políticas de MORENA ejercían el poder con violencia. Mandamases. Señores perdona/vidas. Los jefes de jefes actuando como capataces de una finca porfirista. Yo, decía Luis XIV a los 19 años de edad, soy el Estado. Y yo, claro, mando. Y si me equivoco, caray, pues vuelvo a mandar.

En un dos por tres, el gran viraje político y social.

En pueblos como Acultzingo y Maltrata, la población defendiendo su vida, su dignidad y su honor.

En pueblos como Tancoco, los malandros imponiendo su ley y avasallando con el cuerpo policiaco.

Y en Xalapa, las puertas del palacio cerradas a todos y para ingresar, igual que en un campo de concentración, hasta ser manoseados.

Paradojas de la vida: varios días después de los hechos de Acultzingo, Maltrata, Tancoco y Xalapa, el silencio de los diputados locales y federales y de los senadores. Y de los partidos políticos opositores.

Quizá tendrán razón: la inconformidad social crece y crece como un infarto cardiaco, el sida y el cáncer en el cuerpo humano, y de pronto, ¡zas!, estalla… cuando ya es tarde.

Tarde reaccionó el PRI y en el mes de julio del año 2018 perdió todo, absolutamente todo en Veracruz, y ahora las cúpulas se dan golpes de pecho.

Tarde reaccionó el PAN y perdió la gubernatura para el primogénito.

Simples y sencillas leccioncitas de la vida…

La población sigue hartándose.

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