Crónicas de la ínsula/ Cuauhtémoc Blas
Tuvieron que pasar tres años y tres Guelaguetzas, para que el gobierno de Oaxaca hallará la manera de llenar los palcos gratuitos del Auditorio de esa fiesta folclórica de julio, sin gastar en acarreados que ocuparan esos lugares –destinados desde siempre a la gente del pueblo de Oaxaca—. Palcos que, en los dos primeros años de esta administración, fueron notoriamente desdeñados por los oaxaqueños.
En la primera edición –la más importante— de la Guelaguetza de 2025, un poco antes de las nueve de la mañana las dos secciones gratuitas ya estaban colmadas, una hora antes de iniciar la fiesta folclórica. El método fue efectivo: publicitar por diversos medios que esas secciones eran gratis, hasta los taxis portaban anuncios de esa gratuidad, y en los hoteles los huéspedes fueron avisados (¿Dónde habrán hallado a esos nuevos asesores?)
SECCIONES DE LOS OAXAQUEÑOS CON ESCASOS OAXAQUEÑOS
Ubicados en medio de una de las secciones, nos rodeaba gente de Guanajuato, Guerrero y de la CDMX. Incluso, cuando una de las cantantes que amenizaba la espera del inicio de la fiesta pidió que se manifestaran los oaxaqueños, la respuesta fue escasa. Hace un par de años casi solamente los de Oaxaca sabían de la gratuidad de esos palcos C y D.
Se llenaron los palcos gratuitos, eso sí, pero no significó que la gente de Oaxaca participara de la que hasta hace unos años fue su gran fiesta. Está claro que la Guelaguetza actual solo es un espectáculo rentable, una etnomercancía más. Siempre ha sido un espectáculo, pero ahora lo es de menor calidad y un negocio total. Ya no es más la fiesta de los oaxaqueños. Se perdió como se perdieron los auténticos Lunes del Cerro, exclusivo de la gente de la Ciudad de Oaxaca que acudía a sus maitines a la iglesia del Carmen Alto y luego a desayunar y pasear en el Cerro del Fortín. Y no es añoranza sino un dato importante.
Desde el Homenaje Racial de 1932, la fiesta del Cerro del Fortín fue expresamente planteada como un espectáculo (Jorge Fernando Iturribarría, dixit), y aún más después de 1951, cuando los ricos comerciantes locales retomaron el Homenaje para impulsar sus negocios de viudas, y vivir del turismo con sus heredadas casas de tres patios convertidas en restaurante y hoteles.
CAMBIARON CALIDAD POR CANTIDAD
Cambiaron calidad por cantidad, traen hasta pueblos que ni siquiera han tenido un grupo folclórico municipal. Ellos no tienen la culpa, sino los que arman la caótica Guelaguetza de estos tiempos. Zanatepec, Xoxocotlán, Atzompa, San Antonio de la Cal, Huatulco, San Blas Atempa, entre otros, ¿han ganado acaso algún concurso de cualquier baile, ya no digamos de folclor?
Por fortuna hay en los municipios gente capaz, que, en medio de este caos desenfrenado, nos sorprenden con sus creaciones artísticas. La revelación de este año fue Tlaxiaco, con sus sones y jarabes innovadores de gran calidad y profesionalismo. Santa María Teopoxco luciría más, si prescindiera de ese aburridor rito parroquial del matrimonio.
Santiago Zacatepec, Mixes, con su fiesta y fandango tuvo buena participación. Ciudad Ixtepec también escenificó al final de su presentación un excelente baile innovador. San Juan Cacahuatepec y San Felipe Usila, fueron aceptables. Y claro, los grandes de siempre: Tuxtepec con su Flor de Piña, infaltable; San Bartolo Coyotepec con su Danza de la Conquista; y las Chinas Oaxaqueñas de los Valles Centrales.
MATRIMONIOS Y MAYORDOMÍA ABURRIDORES
Un visitante de Zapotitlán, Tláhuac, CDMX, danzante y bailarín en sus tiempos nos dijo: “Este baile de Tuxtepec, la Flor de Piña, es la que representa hoy a Oaxaca. No hay grupo musical que no la toque en las fiestas por las alcaldías de por allá, y nos gusta porque se hace un baile colectivo”.
Estas expresiones folclóricas salvaron a la fiesta del primer lunes, desarrolladas por su cuenta sin la ayuda, más bien al contrario, de los comerciantes organizadores. Por cierto, ahora extrañamente no anunciaron la presencia del gobernador y sus invitados, ¿acaso temían el no menos tradicional “fuera Jara”.
Fueron cuatro aburridos matrimonios y mayordomías religiosas que nada tienen que hacer en una fiesta. Ceremonias parroquiales que están bien en sus localidades, pero no en el espectáculo Guelaguetza, como ha dicho la antropóloga, doctora Acevedo Conde.
Si tanto quisieran mostrar eso, con un matrimonio sería suficiente. “Otra triste boda”, dijo una señora espontáneamente. Sin guion, sin formato, plena de conflictos y protestas de artesanas, mezcaleros y ciudadanos invadidos en sus calles, la Guelaguetza de julio va saliendo al ahí se va.