Luis Velázquez | El Piñero
10 de agosto de 2021
A la mitad del río, hora es de revisar la política económica y social.
En el tercer año del sexenio obradorista, 6 de cada 10 mexicanos en la miseria, la pobreza y la jodidez.
La migración a Estados Unidos y a las ciudades urbanas, espejismos con venta de bisutería, imparable, descarrilada en la cancha pública.
El desempleo galopante… que por culpa del COVID y más cuando ya se va en la Tercera Ola con Israel y la India vacunando la tercera dosis a la población.
Por el Palacio Nacional han pasado todos los ismos del mundo. Capitalismo, socialismo, liberalismo, conservadurismo, marxismo-leninismo, priismo y panismo y el resultado es fatídico:
País rico, pródigo en recursos naturales, doscientas familias son dueñas de más del 60 por ciento de la riqueza nacional.
Los ricos encumbrados en la lista Forbes y en las revistas indexadas del país, más ricos.
Y los pobres, más pobres.
Los pobres, los jodidos, extendiendo la mano para el billetito mensual y bimensual de los programas sociales.
Y cada tribu sexenal que aterriza en lo más alto del poder “dándose golpes de pecho” anunciando la redención social y 6 años después, igual o peor la población jodida.
Por eso, el viejito del barrio dice que cada 6 años la esperanza y la fe se van renovando en el país.
Hora, pues, de corregir los desaciertos mayores. Y de paso, cerrar las puertas y compuertas que enriquecieron a unos cuantos, grupos y pandillas políticas, económicas y sociales, tráficos de influencias, alianzas empresariales entre las partes, todos “ordeñando la vaca” en tanto la población civil, los ciudadanos de a pie, los olvidados de Dios, en el rincón más arrinconado del infierno.
EL LIBRITO DE CADA MAESTRO
En cada sexenio, desde el gobierno reinventan al país. Cada presidente y secretarios de Hacienda y Desarrollo Social llegan con su biblia anunciando que en seis años los pobres enaltecerán su calidad de vida.
Y como siempre ocurre, cada tribu gobernante convoca de nuevo sus ismos del momento (liberalismo, neoliberalismo, conservadurismo, etcétera) y cada fin de sexenio es el mismo resultado social fatídico.
Los beneficiarios de este empalagoso progreso material son las élites empresariales y políticas, a tal grado que los inversionistas se desviven por entrar a la política y los políticos por volverse magnates.
Y si los jefes de familia, tribus en el poder político y económico, se ven impedidos por equis razón, entonces, los hijos mayores entran al quite, y en automático se recicla la versión bíblica de que los jefes tribales heredaban el poder a los hijos así tuvieran diez años de edad, pues entonces, les nombraban un venerable Consejo de Ancianos para orientar las decisiones públicas.
La historia registra y documenta la alianza sórdida, siniestra y sombría entre políticos y empresarios para repartirse el pastel, en tanto a los jodidos se los llevan con los programitas sociales.
Bastaría una consulta popular aplicada por encuestadora seria y reconocida, ajenas a las pasiones políticas, para medir la temperatura social y detectar lo que el mexicano común, sencillo y corriente que vive el día con día piensa de los políticos y empresarios, sean del color que se pongan y usen.
Y es que desde hace muchos años el INEGI marcó la pauta y dijo la verdad social. Inverosímil, insólito, insostenible, imperdonable, que 6 de cada diez mexicanos son pobres y viven en la miseria.
Y porfis, que nadie diga de forma demagógica que es culpa de los gobiernos antecesores, porque, caray, una parte importante de los jefes máximos de Morena antes fueron priistas y perredistas y panistas y ejercieron el poder desde tiempo histórico.
Por ejemplo, y entre tantos otros, Manuel Bartlett Díaz, Marcelo Ebrard Casaubon, Ricardo Monreal, y hasta Alfonso Romo, el ex jefe de la Oficina Presidencial, y quien “llegó a admirar a Augusto Pinochet y a Marcial Maciel”, el curita campeón mundial de la pedofilia con niños de Seminarios según describe el sociólogo Roger Bartra en su último libro, “Regreso a la jaula, el fracaso de López Obrador”, editorial Debate.
EL SEXENIO SE ESTÁ YENDO…
Los años caminan y la utopía soñada por López Obrador de una muchísima mejor calidad de vida y en donde, por ejemplo, con la 4T sería el fin de la migración a ciudades urbanas del país y a Estados Unidos y de que México dejaría ser una república de gordos se va desdibujando quedando en la mesa de los sacrificios con buena voluntad.
La secretaría de Hacienda y Crédito Pública va con el tercer titular y como resulta lógico y natural, en cada cambio de jefe máximo nuevos libritos llenos de ismos llegan a la dependencia.
Y en tanto Joe Biden garantizó la tranquilidad social para los migrantes en Estados Unidos, ahora el presidente de la nación más poderosa del planeta ha de revirar a los jueces federales para frenar las leyes que permiten detener así nomás a cualquier indocumentado bajo sospecha, incluso, hasta de caminar como camina un tercermundista.
El COVID, y su hermana gemela, la recesión, han descalabrado por todos lados la utopía tropical y cada vez más y más negocios, comercios, changarros y empresas quebradas y cerradas multiplicando el desempleo.
Por eso, la hora de revisar la política económica para ver si en los años 2022 y 2023 pudiera revertirse la tendencia negativa, pues el año 2024 será ciento por ciento electoral y electorero para elegir al sucesor presidencial.
Un sexenio más se está yendo en la utopía económica y social.
Un país de desempleados y con salarios de hambre y sin las prestaciones de ley.
