EL PIÑATAZO/El Piñero
Loma Bonita, Oaxaca.- Para nadie es un secreto que, como política natural, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) ha utilizado al sector femenino como gancho para persuadir intereses mezquinos, ajenos totalmente al bienestar social que dice buscar como ente izquierdista.
Hay casos que navegan en la historia reciente como leyendas urbanas que –por temor y, en algunas situaciones, conveniencia—no han sido denunciados pero que saltan como advertencia para evitar desafortunadas situaciones que comprometan la vida de jovencitas.
Por ejemplo, desde que el jefe máximo amarillo, Felipe Reyes Álvarez, cayó en cama por complicaciones serias de salud, debido a una aguda insuficiencia renal, el PRD no ha puesto como pasarela a jovencitas, que en los tiempos jubilosos del Felipato, era común observar.
En esos tiempos y en estas fechas, ya el PRD realizaba una convocatoria de jovencitas para elegir a su “Reina”, cuya exclusiva función era aparecer en todos los eventos del partido. De esto, data la asunción de su última “reina” quien ahora reside en la capital del estado en donde desarrolla sus estudios profesionales.
Es por ello que, de momento y ante la ausencia de Felipe, el partido caciquil no tiene una representante femenina, quedando acéfalo ese “importante” espacio.
Una fuente al interior de ese partido refiere que la idea de observar y elegir a la reina era únicamente de Felipe Reyes, quien a través de peones ordenaba realizar la mecánica del evento y su posterior elección, pero dadas las condiciones actuales, hoy esa pasarela desapareció.
Cabe mencionar que muchas jovencitas que reforzaban los mítines y que acudían uniformadas para engalanar los diferentes eventos, renunciaron al saber su papel dentro de ese partido. Y es que solo eran utilizadas como “ganchos” para atraer a la población masculina. Es decir, eran parte de un plan con perfume electoral.
LA CONTAMINACIÓN ADMINISTRATIVA
Ese mismo escenario se reprodujo dentro de la administración municipal, en donde los jerarcas ordenaban a un séquito de mujeres para atender, única y exclusivamente, a la comisión de la Auditoría Superior del Estado (ASE) que llegaba al municipio para realizar auditorías.
Su labor consistía en atender a los auditores, digamos, llevarlos a comer, pasearlos y obsequiarles distintos regalos todo, claro, con cargo al erario y con la anuencia del alcalde en turno.
Muchas de las mujeres lo hicieron obligadamente, mientras que otras simple y llanamente lo realizaban como una labor más para conservar el empleo y sumar unos pesos a su bolsillo. Esta fórmula, dicen los que saben, se sigue dando en todos los terrenos que pisa el partido que dice defender los derechos de las mujeres, aunque su diputado federal no haya presentado, hasta el momento, ninguna iniciativa para protegerlas.
