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La ruta Cuapiaxtla–Cuesta Blanca–Cuacnopalan; obra de primera, miedo del tercer mundo

Staff El Piñero

Por: Roberto POLO | El Piñero

Hace no mucho viajé por la carretera federal 135D, en el tramo Cuapiaxtla–Cuesta Blanca–Cuacnopalan. Una obra reciente, de concreto hidráulico, reluciente, recién estrenada.

Lo que desconocía era que diversos reportes periodísticos han colocado a esta flamante vía como el nuevo bastión de bandidos armados que salen de la nada para asaltar a comerciantes, transportistas o a cualquier ciudadano que conduzca un vehículo atractivo.

Eran las 10:00 de la mañana. Ni un alma sobre la carretera. Solo yo al volante, acompañado por el rugido del viento helado que golpeaba el automóvil, impulsado por el frente frío que cruzaba la zona.

Debo admitir que en algún punto del trayecto sentí miedo —ese que se instala en el pecho cuando sabes que estás solo y que cualquier sombra puede ser amenaza—. En carretera, la soledad también pesa, sobre todo cuando la seguridad brilla por su ausencia.

Las ráfagas, las rectas infinitas y los amplios desiertos fueron el paisaje de poco más de 25 kilómetros de recorrido por este tramo recién concluido por la empresa portuguesa Mota-Engil, concesionaria de esta autopista de peaje.

La nueva vía conecta la planta Audi y a San José Chiapa con la autopista Puebla–Orizaba. Sin embargo, pese a haber circulado a buena hora, no vi una sola patrulla, ni un solo elemento de seguridad, nada. Nadie que custodiara a quienes tienen la misión —y el derecho— de transitar con tranquilidad.

Por eso, aunque desde el discurso oficial se repita que hay seguridad en las carreteras del país, aquí es evidente que no la hay. Y así, los asaltos continúan contra quienes recorren estas rutas con honestidad, trabajando para llevar los sagrados alimentos a casa.

Desde mi óptica, en cuanto a modernización, la vía merece un diez. Es buena, funcional, moderna. Pero de poco sirve si la concesión parece extenderse también a la delincuencia que actúa con permiso.

Afortunadamente, mi trayecto terminó bien. Con el Jesús en la boca, sí, pero bien. Y mientras oraba por llegar a salvo, pensaba en los que no tuvieron la misma suerte. Ojalá, pronto, la autoridad federal haga lo que le corresponde, garantizar el buen viaje.

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