Redacción |El Piñero
Ciudad Juárez, Chihuahua.— Agustín Gómez López sabía que algo iba mal. Agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) rodeaban el restaurante mexicano donde trabajaba en Pensilvania. No lo pensó dos veces: sacó su celular y empezó a grabar. Su voz, entre resignada y serena, quedó registrada en un video que envió a sus familiares en México: “¡Hey familia! Está aquí migración. Ya valimos madre. Ya ni modo”.
Así terminó, por ahora, su travesía por Estados Unidos. Pero él no lo ve como una derrota.
Agustín, originario de San Juan Chamula, Chiapas, llegó a EE.UU. en 2022, tras pagar 10 mil dólares a un coyote para cruzar desde Tamaulipas. Pasó hambre, no encontró trabajo al principio, y migró más de 1,800 kilómetros hasta Pensilvania, donde por fin se empleó en un restaurante. Apenas se estaba adaptando, incluso mandaba dinero a su esposa y a sus tres hijas en San Cristóbal de las Casas. Había reunido lo suficiente para traer a su hijo Heriberto, de 14 años, quien trabajaba junto a él en la cocina.
Pero el trabajo honesto no fue suficiente escudo. La redada los sorprendió junto a otros 14 empleados. Agentes vestidos de civil los sacaron a empujones y revisaron cada rincón. “Es una cacería contra migrantes”, dice Agustín. “Solo llegamos a endeudarnos y que nos deporten. Pero necesitamos regresar para poder pagar”.
Tras su detención, fueron trasladados a El Paso, Texas, y luego a Ciudad Juárez. Recibieron 2 mil pesos como apoyo para volver a Chiapas. Agustín se llevó consigo poco: su hijo, una maleta, y un sueño que, aunque golpeado, no se extinguió.
Tenía un objetivo claro: construir una casa de concreto. Alcanzó a comprar el terreno y cercarlo con malla ciclónica. La casa, sin embargo, se quedó a medio hacer. Tampoco logró comprar el terreno de siembra que tanto anhelaba.
Pero su mirada no es la de alguien vencido. “No fue una batalla perdida. El sueño sigue vivo. Cuando se calme todo, quiero volver a intentarlo”.
Para Agustín, como para miles de migrantes, el sueño americano no se trata de lujos ni promesas. Es una búsqueda silenciosa y tenaz por darle dignidad a su familia. Es el esfuerzo diario por levantar una casa, pagar una deuda y asegurar comida en la mesa. Y aunque el sistema lo haya regresado, él aún camina con la esperanza intacta.
“Nos caímos, pero no nos rendimos”, dice. “Vamos a volverlo a intentar.”