Por: Roberto POLO | El Piñero
En San Antonio de la Cal, municipio popularmente conocido en #Oaxaca por ser un semillero de mujeres tortilleras —cuya cúspide productiva es la tlayuda—, se ha perdido, a mi parecer, parte de su esencia.
Cada año, en el mes de julio, se celebra la Feria de la Tlayuda, donde se invita a expositoras a dar a conocer y vender sus mejores creaciones, tanto sencillas como preparadas —ya lo sabe: con frijol, quesillo, lechuga, col, salsita, aciento. Pero fuera de ese evento, que no reúne a más de 50 tortilleras, no hay mucho más.
No tengo noticia de algún gobierno que impulse su producción, que lleve a la tlayuda fuera del estado, fuera del país; que verdaderamente ayude a visibilizar y potencializar el mercado de esta tortilla cien por ciento oaxaqueña.
Desde mi ignorancia, desconozco si en este municipio, considerado templo de la tlayuda, existe algún censo de tortilleras, tlayuderas, de mujeres u hombres que, a ras del fuego y el comal, sean sujetos tangibles de apoyos. Quizás sí, quizás no. Lo cierto —y de eso sí estoy seguro— es que ya hay más mototaxis que tlayuderas, más concesiones, más rutas. Y sí, quizá también más personas que dejaron de caminar para bajar unas cuantas calorías, y hoy prefieren subirse a uno para llegar más rápido a su destino… que a una tlayuda.