Redacción | El Piñero
Oaxaca.- Durante años fue un nombre que corría de boca en boca entre los pueblos de la Costa oaxaqueña. “El Chocorrol”, decían, un hombre que se movía entre sombras, protegido por la complicidad y el silencio. Esta semana, tras un operativo Alejandro O.S., señalado como presunto operador de La Familia Michoacana, cayó herido y esposado entre el polvo y el eco de las sirenas.
Su captura no fue casualidad, sino el resultado de un seguimiento de inteligencia que tardó demasiado. Mientras las instituciones se enredaban en discursos y declaraciones, él seguía sumando delitos. Doce homicidios —dicen los reportes—, aunque en esta tierra de verdades a medias nadie parece tener la cifra exacta. La detención ocurrió cuando realizaba una transacción de sustancias ilícitas con otro individuo que, fiel a la tradición de impunidad, logró escapar. Participaron elementos de la Sedena, Semar, Guardia Nacional y Policía Estatal, quienes, esta vez sí, se coordinaron para cerrar el paso al hombre que por años evadió la justicia.
Ahora “El Chocorrol” reposa en una camilla del Hospital Civil de Oaxaca, bajo vigilancia y con las manos que alguna vez empuñaron poder, ahora atadas a la ley. Su historial revela nexos con Guerreros Unidos y el Cártel de Acapulco, nombres que siguen sonando fuerte en la Costa, donde el miedo se volvió rutina.
Y aunque las autoridades celebran la captura como un golpe certero al crimen organizado, la verdad es menos gloriosa: pasaron años sin que nadie lo tocara, pese a las denuncias, los rumores y los rastros que dejó. No fue el Estado eficiente quien lo derribó, sino el mismo cansancio de la historia, la casualidad o, quizás, la presión mediática. En Oaxaca, los capos caen cuando ya no sirven, no cuando la justicia despierta.
Así, mientras los voceros hablan de “éxito operativo”, los habitantes de la Costa se preguntan lo mismo de siempre, ¿cuántos sujetos como Chocorrol más andan sueltos, haciendo negocio con la impunidad, esperando su turno en la pasarela de la detención oportuna?