Redaccion | El Piñero
Oaxaca.- La Comisaría de Seguridad Pública Municipal de Salina Cruz, en la región del Istmo, volvió a ocupar titulares, pero no por eficiencia ni vigilancia, sino por la muerte de Andrea Tamara Balderas Alegría, hallada sin vida en los separos municipales. La noticia cayó como un baldazo de agua fría sobre la ciudadanía, que ve cómo los protocolos prometidos parecen más un adorno que una garantía real de seguridad.
Según fuentes extraoficiales, las autoridades intentan explicar el hecho como un presunto “suicidio”. Palabras que, dicho sea de paso, suenan huecas cuando el historial de negligencias ya pesa sobre los hombros de la administración local. Dos mujeres muertas en las celdas durante la misma gestión es más que una estadística; es un reflejo de abandono institucional, opacidad y la constante sensación de que dentro de esos separos se escribe otra historia, lejos del ojo público.
Y mientras el pueblo se pregunta quién responde por la vida de Andrea, las autoridades, con su despliegue de protocolos tardíos y comunicados cuidadosos, cumplen más con la coreografía del discurso oficial que con la prevención real. Seguridad, supervisión y rendición de cuentas siguen siendo palabras en papel, mientras la ciudadanía observa, indignada, cómo las celdas municipales continúan siendo escenario de tragedias silenciosas y gestos burocráticos que llegan siempre tarde.