Redaccion | El Piñero
Oaxaca.- En pleno 15 de septiembre, mientras las autoridades ensayaban el grito patrio, en Cuilápam de Guerrero, municipio de Valles Centrales, se escuchó otro tipo de estruendo: el de una agresión con arma de fuego que terminó con la vida de un motociclista en el camino cosechero, frente al barrio San Lucas y a un par de cuadras del balneario El Huerto. El calendario decía fiesta nacional, pero la realidad gritaba tragedia local.
Paramédicos llegaron para confirmar lo inevitable: la víctima ya no presentaba signos vitales tras recibir un impacto en la cabeza. La motocicleta quedó tirada, mudo testigo de un viaje inconcluso. Después, con la parsimonia que caracteriza a la burocracia, personal de la Fiscalía se presentó para levantar el cuerpo y abrir una carpeta de investigación que, como suele pasar, promete mucho y resuelve poco.
Lo que no apareció en escena fue una estrategia preventiva que evitara este desenlace. Porque en Oaxaca, la seguridad parece limitarse a acordonar después de los hechos y a redactar comunicados. Mientras tanto, los habitantes de Cuilápam siguen transitando sus calles con la incertidumbre como copiloto y con la resignación de que el Estado siempre llega, pero llega tarde… y sólo para recoger los restos de su omisión.