Redacción El Piñero | Corresponsalía
Puebla.- Parece que la austeridad en Puebla también vuela… pero en primera clase. El gobernador Alejandro Armenta Mier fue captado en un jet privado saliendo del aeropuerto de Teterboro, Nueva Jersey, junto a su esposa e hija, lo que desató una tormenta política más ruidosa que las turbinas del avión. El viaje —que costó alrededor de 347 mil pesos mexicanos— puso en jaque el discurso de “moderación y sencillez” que tanto presume el mandatario, convirtiendo su vuelo familiar en un aterrizaje forzoso en el campo minado de la opinión pública.
El periplo, según la versión oficial, tuvo como destino acompañar a un familiar enfermo, lo que, en papel, suena noble y humano. El problema es que, según los registros, la aeronave Learjet 60 con matrícula XA-IBC fue rentada por 3,700 dólares la hora, y el trayecto de cinco horas hizo que el costo se elevara a las nubes. Más de un ciudadano hizo cuentas y concluyó que ni vendiendo su coche y la quincena podría costear un “viajecito de emergencia” así. Para colmo, el secretario de Gobernación, Samuel Aguilar Pala, había declarado primero que el mandatario estaba en Phoenix, Arizona, en reuniones de inversión. Pero resulta que el GPS no miente: el avión no olía a industria, sino a aire acondicionado estadounidense.
Ya con la turbulencia desatada, el Gobierno del Estado salió a calmar los ánimos, aclarando que no se usaron recursos públicos y que los gastos corrieron “por cuenta del gobernador”. Una defensa que sonó más a “yo invito, pero no digo cuánto” que a transparencia. En el comunicado oficial, se insistió en que Armenta viajó “para acompañar a un familiar hospitalizado”, una explicación que, aunque razonable, no logró despejar la nube de críticas sobre su aparente doble discurso: austeridad para los demás, comodidad a 10 mil metros para sí mismo.
Y así, mientras los poblanos lidian con baches, inseguridad y transporte deficiente, su gobernador prueba los beneficios del vuelo privado, sin escalas y con turbulencia política incluida. Al final, lo que muchos se preguntan no es si el viaje fue legal, sino si fue ético. Porque una cosa es volar alto y otra, perder el piso.