Redacción El Piñero | Corresponsalía
Puebla.- En Jicolapa, una comunidad enclavada entre montañas y neblina, la rutina parroquial se ha visto trastocada por un escándalo que pocos imaginaban. El sacerdote Francisco Javier López, quien por años ofició misa y acompañó a los fieles, es ahora el centro de señalamientos por presunto manejo irregular de recursos de la iglesia y por mantener relaciones sentimentales con mujeres del municipio.
Los comentarios comenzaron de forma discreta, casi en susurros. Luego llegaron las publicaciones en redes sociales, las fotografías y los mensajes que se propagaron con la rapidez del rumor digital. En cuestión de horas, el nombre del sacerdote se volvió tendencia local y surgió un apodo que, para muchos, resume la polémica: “El Mil Amores.”
Vecinos aseguran que las dudas nacieron cuando se detectaron inconsistencias en las colectas parroquiales y un estilo de vida poco habitual en un representante religioso. Otros, sin embargo, defienden al sacerdote y afirman que todo forma parte de una campaña de desprestigio. Entre ambos bandos, el ambiente en Jicolapa se ha vuelto tenso, los rezos se entrecortan, las miradas desconfían y el silencio pesa más que las campanas.
Hasta el momento, la Diócesis de Huauchinango no ha fijado postura sobre las acusaciones. La autoridad eclesiástica ha sido cauta, y aunque algunos feligreses piden una investigación formal, otros insisten en no juzgar sin pruebas. Mientras tanto, el templo permanece abierto, pero el eco de la fe suena distinto: entre el desconcierto, la tristeza y la duda.






