➡️ Un exmpleado reveló lo que sucedió con la empresa, establecida en Cholula, Puebla
Redacción El Piñero
Puebla, México.- La desaparición de Copa de Oro no fue solo una decisión empresarial ni un simple ajuste de mercado, fue el desenlace de una crisis familiar y laboral que terminó por apagar una de las sidras más emblemáticas del país.
Tras el fallecimiento de Cristina Magdalena Blanca García, propietaria de Bodegas Copa de Oro, ocurrido y anunciado públicamente el 11 de abril de 2025, se desataron conflictos entre los herederos que paralizaron por completo a la empresa. De acuerdo con testimonios de exempleados, la situación se agravó porque, debido a su estado de salud, la dueña ya no podía firmar cheques, lo que dejó pagos detenidos y operaciones en el limbo.
Los hermanos herederos entraron en un litigio por el terreno donde operaba la bodega —ubicado en la calle 3 Sur y 11 Poniente, en el barrio de Santa María Xixitla, San Pedro Cholula—, conflicto que derivó en el desalojo del inmueble y en el cierre definitivo de la fábrica.
Un exempleado –entrevistado por el medio de comunicación e-consulta–, que pidió anonimato, denunció adeudos de nómina desde junio de 2024, aguinaldo de 2024 y vales de despensa acumulados desde diciembre de 2023 hasta marzo de 2025, además de la falta de seguridad social, una condición que —asegura— afectó a varios trabajadores. Tras el cierre, muchos perdieron contacto entre sí, por lo que se desconoce cuántos más enfrentan la misma situación.
Aunque la muerte de la propietaria se informó hasta 2025, Copa de Oro había cerrado desde diciembre de 2023, tras 87 años de historia. Desde agosto de ese año comenzaron los problemas productivos, cuando se detuvo el envasado del jugo de manzana añejado en barricas de roble blanco, el corazón del proceso de la sidra. La familia Blanca nunca explicó oficialmente las causas del cierre y cortó toda comunicación con clientes y distribuidores.
La caída fue abrupta, una década atrás, Copa de Oro era la tercera sidrera más importante de México, solo detrás de Valle Redondo y El Pomar, con ventas cercanas a dos millones de botellas anuales en sus presentaciones tradicional, rosada y vino espumoso.
Así, entre pleitos familiares, adeudos laborales y silencio empresarial, se extinguió una marca que para muchos no solo era una bebida decembrina, sino parte del ritual cotidiano del brindis.






