➡️ En Soyaltepec, pistoleros a sueldo y autores intelectuales de crímenes políticos parecen gozar de la misma libertad que la del silencio de las autoridades
➡️El problema es que cualquier intento por cuestionar al cacicazgo parece topar con pared
Eugenio GONZÁLEZ | Editorial | Piñadero
Cuenca del Papaloapan.- Tras el asesinato de Beto Ramírez en febrero de 2020 —crimen que cuatro años después sigue sin esclarecerse—, el poder político en San Miguel Soyaltepec quedó en manos del expresidente municipal Antonio Nazario y del diputado federal Alejandro Avilés, quienes hoy operan el ayuntamiento a través de Vicente Cabrera.
No es un secreto a voces. Es un hecho. La franquicia del PRI, ahora en proceso de mutar al Partido Verde Ecologista de México, mantiene su supervivencia gracias a los intereses de este tándem político. Soyaltepec es, en la práctica, el último bastión priista en la región de la Cuenca del Papaloapan, un reducto que sobrevive a costa de estructuras clientelares y del control absoluto del aparato municipal.
DE RAMÍREZ A NAZARIO Y AVILÉS: HERENCIA DE PODER
Durante más de dos décadas, Beto Ramírez construyó un cacicazgo que lo catapultó como figura central en la política cuenqueña. Su asesinato dejó un vacío que, lejos de significar ruptura, se convirtió en herencia. Nazario y Avilés asumieron la batuta, disponiendo hoy de la maquinaria electoral y de los recursos económicos del ayuntamiento.
Pero este poder heredado choca con nuevos liderazgos que buscan abrirse paso con un discurso distinto, progresista y social. El problema es que en Soyaltepec, cualquier intento por cuestionar al cacicazgo parece topar con pared.
EL ATENTADO CONTRA TOÑO GÓMEZ
En agosto pasado, Toño Gómez, excandidato municipal y líder social con presencia en diversos sectores, fue víctima de un atentado junto a su madre. Ambos salvaron la vida milagrosamente. Hasta ahora no hay detenidos ni pistas claras sobre los autores intelectuales o materiales.
La especulación es inevitable: ¿se trató de un mensaje político dirigido a quienes buscan desafiar al poder establecido? ¿Quién gana y quién pierde con un ataque de este tipo en un municipio marcado por el control férreo de unos cuantos?
El atentado contra Gómez es solo la punta del iceberg. En Soyaltepec, pistoleros a sueldo y autores intelectuales de crímenes políticos parecen gozar de la misma libertad, la del silencio de las autoridades. Mientras tanto, la población sigue atrapada entre el miedo, la resignación y la certeza de que el cacicazgo se ha blindado con alianzas que trascienden partidos y que, incluso, coquetean con fuerzas criminales.
Las preguntas incómodas:
Si la autopista Oaxaca–Tuxtepec ha sido enterrada en los escritorios del gobierno federal, ¿acaso la Cuenca del Papaloapan está condenada a que su único “proyecto de infraestructura” sean los cacicazgos?
¿Hasta cuándo se sostendrá esta maquinaria política que vive del municipio y de su gente?
¿Quién protege a los autores intelectuales de los crímenes que han manchado de sangre a San Miguel Soyaltepec?
Lo cierto es que mientras las promesas de transformación no llegan, en esta municipalidad mazateca los hilos del poder siguen en manos de unos pocos, y cada intento de cambio se responde con balas o con silencios cómplices.