Redacción El Piñero | Corresponsalía
Quintana Roo.- La mañana del 16 de septiembre, en Cancún, la vida de siete personas se apagó en un accidente carretero sobre el Bulevard Luis Donaldo Colosio, justo cuando una familia regiomontana regresaba de celebrar una boda. Entre las víctimas se encontraban los médicos Erika Lizeth González Garza y Francisco Gabriel Simental Ochoa, sus dos pequeños hijos, el abuelo paterno, además del chofer de la camioneta rentada y una mujer originaria de Chihuahua.
Según los reportes, la desgracia se gestó cuando una Mitsubishi L200 perdió el control debido al pavimento mojado, cruzó al carril contrario y embistió de frente a la Toyota Avanza donde viajaban las víctimas. El choque fue tan brutal que uno de los vehículos volcó, dejando también a cuatro heridos trasladados de emergencia a hospitales de la zona. La fecha, que debía ser de fiesta y aniversario de bodas para la pareja, se transformó en un episodio marcado por la desolación.
Lo que no se presentó en la escena fueron las acciones preventivas de las autoridades, esas que suelen aparecer solo en discursos y comunicados. El Colosio, arteria vial presumida como “moderna y segura”, lleva años con el pavimento que se convierte en pista de patinaje con la primera lluvia. Mientras los funcionarios se esmeran en inaugurar obras con foto oficial y corte de listón, la seguridad vial parece ser tan invisible como sus planes de mantenimiento. Una tragedia anunciada, que como siempre, fue ignorada hasta que la fatalidad cobró la cuenta.
