➡️ Así, la Primavera Oaxaqueña exhibe la fragilidad de una clase política que depende más del papel que de la preparación, más del guion que del conocimiento.
Eugenio GONZÁLEZ| El Piñero
Oaxaca.– En política, el micrófono puede ser un arma letal para quien no domina la palabra. Así le ocurrió a Fernanda Barbosa Sosa, subsecretaria de Fortalecimiento Municipal de la Secretaría de Gobierno de Oaxaca, quien en un panel organizado por el Congreso del Estado terminó protagonizando un incómodo episodio al confesar en voz alta “Se me fue el habla”.
El evento, que abordaba “La comunidad indígena y el municipio en el marco de los 30 años del reconocimiento de los sistemas normativos indígenas en Oaxaca”, exigía claridad y dominio del tema. Pero Barbosa, ex presidenta municipal de San Felipe Jalapa de Díaz, terminó atrapada entre las hojas de su discurso.
Testigos señalan que, al dejar de leer para improvisar sobre el panorama sociopolítico de los conflictos electorales en municipios regidos por usos y costumbres, se bloqueó y quedó en silencio. Su frase lo dijo todo “se me fue el habla”.
El traspié no pasó desapercibido y reaviva un cuestionamiento incómodo: ¿cuántos de los funcionarios que hoy gobiernan realmente comprenden y dominan los temas que se les confían, o simplemente leen discursos prefabricados para cubrir el expediente?
En tiempos donde la palabra debería ser herramienta de claridad y liderazgo, Barbosa expuso lo contrario, la fragilidad de una clase política que depende más del papel que de la preparación, más del guion que del conocimiento.