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¿Cómo se refleja el estrés en tu cuerpo?

El Piñero

 

El estrés se interpreta primariamente como una respuesta, un estado especial del organismo caracterizado por el sobresfuerzo, lo que genera un cambio en los estados emocionales.

 

De inicio, el término estrés fue empleado por primera ocasión durante el siglo XVI, casi tal como lo conocemos, y proviene de la palabra griega stringere, que significa provocar tensión.

 

De hecho, se suele manejar de manera específica tensión en la garganta, por lo que está asociado con la falta de capacidad respiratoria. Indicio por el cual, ahora casi todas las terapias contra esta enfermedad están basadas en la enseñanza de una adecuada respiración.

 

Entendido el estrés como un factor nocivo que afecta los cambios emocionales, los especialistas advierten que puede producir una mayor intensidad en nuestras tareas, y por lo tanto, puede potenciar las capacidades y probabilidades de éxito en distintos aspectos. Lo que hoy conocemos como distrés.

 

Por el contrario, advierten que también puede perjudicar la salud, relaciones personales, laborales y rendimiento general.

 

El estrés implica una reacción física y emocional compleja, en la que se identifican tres fases:

 

  1. Se da una reacción de alarma en respuesta a un factor de tensión que activa el sistema nervioso autónomo.

 

  1. La fase de resistencia ocurre mientras el cuerpo se aclimata y ajusta al factor de estrés.

 

  1. La fase de fatiga: la tensión persiste por mucho tiempo y se combina con otros factores que pueden llevar a la enfermedad.

 

Las investigaciones han demostrado que el estrés excesivo es uno de los factores que contribuyen al desarrollo de muchos males, tanto físicos como emocionales, por lo que es muy ocurrente que suceda una somatización, en consecuencia con la falta de una capacidad adaptativa a dichos cambios.

 

Esta capacidad es parte normal de la preparación del organismo para el enfrentamiento o para la huida. Por ejemplo, las pupilas se agrandan para mejorar la visión y el oído se agudiza, los músculos se tensan para responder al desafío; las frecuencias cardiaca y respiratoria aumentan, de manera que la sangre es bombeada en forma más abundante y rápida para aumentar la llegada de oxigeno a las células, y favorecer la demanda de respuestas al peligro.

 

Para ello, la sangre es dirigida a áreas prioritarias, como lo son corazón, pulmones, riñones, hígado, músculos grandes y el cerebro. Funciones no prioritarias en ese momento, como la digestión y circulación periférica, son disminuidas en forma dramática.

 

Son muchas las enfermedades psicosomáticas producidas por el estrés o desencadenadas o agravadas por el mismo. Sin embargo, es indudable su acción sobre enfermedades digestivas como úlceras, diarreas y estreñimiento; nutricionales y metabólicas; trastornos articulares y musculares; sexuales y ginecológicos; además de ser un agente desencadenante de trastornos psíquicos, lo cual lleva a la depresión.

 

Cuando el estrés agudo se presenta, se llega a una respuesta en la que se pueden producir úlceras hemorrágicas de estómago, así como problemas cardiovasculares. Mientras que en personas con factores de riesgo altos, puede incluso provocar un infarto.

 

Todos estos padecimientos suelen avanzar de manera silenciosa, pues quien lo padece, somatiza de diversas maneras y en diferentes áreas del cuerpo de acuerdo a sus propias características. Muchas veces, sin que se lleguen a dar cuenta, son síntomas o factores del estrés.

con información de salud180.com

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