Redacción El Piñero | Corresponsalía
Sinaloa.- El viernes 26 de septiembre, Matías “N”, un niño de apenas nueve años, se convirtió en víctima de la fuerza descontrolada de la naturaleza en el sector Cañadas de Culiacán. Mientras jugaba fuera de su casa, la corriente de un arroyo lo arrastró sin piedad. A pesar de que fue rescatado y llevado de urgencia al IMSS de Infonavit Cañadas, los médicos confirmaron su fallecimiento.
La tormenta no vino sola, trajo ráfagas de viento y relámpagos como invitadas inesperadas, inundando colonias enteras como Cañadas, Barrancos y Tres Ríos. Vehículos quedaron varados, viviendas registraron daños y las aguas parecían desafiar cualquier intento de control. Medios locales reportaron 38 casas afectadas y 43 automóviles arrastrados. Y no solo Culiacán se vio golpeado; Guasave, Badiraguato, Angostura, Salvador Alvarado, Mocorito, Eldorado y Cosalá también recibieron la “atención” del cielo.
Protección Civil estatal y municipal desplegó operativos que, según los vecinos, más parecían desfile protocolario que acción efectiva. Sin alertas claras ni medidas preventivas suficientes, la tormenta encontró su camino libre, cobrando un saldo fatal. La tragedia deja al descubierto un sistema que muchas veces prioriza la apariencia de la vigilancia sobre la verdadera seguridad de quienes viven al pie del agua.