Redacción | El Piñero
Tlaxcala.- La mañana comenzó como cualquier otra en el Libramiento Apizaco, el rugir de motores, el polvo de cantera flotando en el aire y los tráileres avanzando a paso de procesión. Pero a la altura del kilómetro 3+200, la rutina se rompió. Un Volkswagen blanco, de esos que ya casi no se ven y que sobreviven más por cariño que por mecánica, terminó empotrado contra la parte trasera de un tráiler cargado con material árido. El conductor, un joven de unos 25 años, perdió la vida de inmediato. La suerte no alcanzó para dos: su acompañante, una mujer, fue trasladada con lesiones graves al Hospital Regional de Tzompantepec .
El golpe fue tan brutal que el “vocho” quedó convertido en una lámina torcida, y el silencio del asfalto lo llenaron pronto las sirenas. Llegaron los paramédicos, los bomberos, la Guardia Nacional y todo el desfile habitual que sigue a la tragedia. Los rescatistas tuvieron que usar equipo hidráulico para liberar el cuerpo atrapado entre los fierros, mientras los curiosos se amontonaban a una prudente distancia, algunos con el celular en alto, porque el morbo no respeta horarios. El tráiler, según testigos, apenas avanzaba; la velocidad del automóvil y el descuido hicieron el resto.
Y mientras la prensa local se apuraba a escribir “fatal accidente”, las autoridades seguían ausentes del fondo del problema. El libramiento —esa vieja herida que cruza Apizaco— acumula percances como si fueran estadísticas sin dueño. Ni reductores de velocidad, ni vigilancia permanente, ni mantenimiento adecuado; solo baches, polvo y suerte. Cada colisión parece una sorpresa para los funcionarios, aunque la historia se repita con la puntualidad de un parte de tránsito.