Redacción El Piñero | Corresponsalía
Acajete, Puebla. —La tarde del domingo 27 de julio, habitantes del barrio de Jesús, avisaron a las autoridades que un olor insoportable llegaba de un terreno baldío. En el sitio estaba el cuerpo en descomposición de Valentina C, una vecina de 48 años.
Su cuerpo estaba tirado entre la maleza sin una pierna, y fue cuando algunos vecinos se dieron cuenta que era Valentina.
Los vecinos del barrio de Jesús, narran que Valentina era conocida por todos, y por su problema con el alcohol. Dicen algunos, con esa mezcla de pena y resignación que suelen acompañar las historias de quienes viven al límite de la realidad y la esperanza desmoronada, pues varias veces su vecina fue internada en centros de rehabilitación, pero siempre regresaba a las calles. .
Antes del domingo 27 de julio, Valentina llevaba días sin ser vista. Nadie sospechaba que el terreno ubicado sobre la calle 7 Oriente, entre 8 y 10 Sur, sería su última morada.
La Fiscalía de Puebla ya abrió una carpeta de investigación para determinar las causas del crimen, y esclarecer si la mutilación de su cuerpo fue producto de violencia humana o consecuencia del deterioro natural del cadáver.
El caso de Valentina, como el de tantas otras mujeres, habla de un sistema que no ve, no escucha y no actúa. Una sociedad que normaliza las ausencias, que invisibiliza a quienes sufren adicciones o pobreza, y que sólo reacciona cuando el crimen ya es noticia.
En el mismo día, otras dos mujeres fueron ejecutadas en Tecamachalco.
El domingo 27 de julio quedará marcado como una de las jornadas más violentas para las mujeres en Puebla. ¿Cuántas muertes más tienen que ocurrir para que la violencia deje de ser rutina?