Redaccion | El Piñero
Veracruz.- La comunidad de Carrizal, en Papantla, dejó atrás la tranquilidad la noche del jueves 11 de septiembre, cuando a eso de las 23:00 horas la lluvia no logró silenciar las detonaciones de arma de fuego que hicieron correr a más de uno a refugiarse tras las ventanas, mientras otros, con el pulso tembloroso, llamaban al 911. El saldo: un hombre identificado como Pablo O.G., de 52 años, conocido como “Pilo”, comerciante de frutas y agricultor, hallado sin vida tras el ataque.
La historia, como dictan los manuales de la violencia cotidiana, se escribió en segundos: sujetos armados llegaron en motocicleta hasta la parte alta de la comunidad, justo donde el tanque de agua observa la vida de los vecinos. Tocaron la puerta del destino y sin pronunciar palabra descargaron su agresión contra Pilo, para luego huir entre la oscuridad y la tormenta, dejando tras de sí un eco que erizó la piel de la comunidad entera.
Y mientras todo esto ocurría, las autoridades parecían estar ocupadas en otros menesteres: la lluvia, dicen, complicó encontrar el origen de las detonaciones, como si el agua también lavara responsabilidades. Al final, la escena se llenó de uniformados, cintas amarillas y protocolos tardíos, esos que siempre llegan después del desastre para posar en la foto oficial. Carrizal amaneció con miedo, y el “operativo” fue el mismo guion de siempre: mucho despliegue, poco resultado y un pueblo que sigue esperando prevención en vez de condolencias.