Redacción El Piñero | Corresponsalía
Veracruz.- En Yanga, la calma habitual de un lunes por la noche se rompió de tajo cuando la noticia corrió más rápido que el operativo, al comandante municipal José Luis García Domínguez, apodado “Matute”, lo sorprendieron dentro de su propio gimnasio, el lugar donde se esculpen músculos, no expedientes criminales. Ahí, sin pesas que valieran de escudo, la agresión fue directa y fulminante.
Los testimonios señalan que, varios sujetos armados ingresaron como si pagaran mensualidad, solo que en lugar de pedir mancuernas, descargaron plomo. Tras cumplir su cometido, salieron con la misma facilidad con la que se escapa el aire de una llanta pinchada, dejando a vecinos y curiosos con la mandíbula colgando y el estómago hecho nudo. La escena fue acordonada, como dicta el manual, y los peritos de la Fiscalía llegaron con su cinta amarilla como si eso contuviera la indignación de todo un pueblo.
Y mientras la población esperaba una respuesta rápida, las fuerzas del orden hicieron lo que mejor saben, dar vueltas, encender sirenas y prometer resultados que nunca aparecen. Hasta ahora, ni un solo detenido, ni una pista concreta, solo la vieja fórmula de “seguimos con las investigaciones”. Yanga queda nuevamente en vilo, preguntándose si la seguridad es un derecho o un lujo, mientras la autoridad se refugia en comunicados que pesan menos que una pesa de gimnasio de plástico.