Redacción El Piñero | Corresponsalía
Veracruz.- En Poza Rica, la madrugada del viernes, el río Cazones decidió recordarles a todos quién manda en estas tierras. Entre las víctimas, Janeth Ameyalli R. G., enfermera del Hospital Regional, y su madre Marcelina G. L., quienes no tuvieron oportunidad de escapar cuando el agua superó los dos metros y arrasó con su casa en la colonia Palma Sola. Los vecinos miraban incrédulos cómo la corriente transformaba calles y viviendas en un escenario digno de reportaje internacional, mientras familiares desesperados compartían mensajes de auxilio en redes sociales, rezando porque la tecnología pudiera suplir la ineficiencia de las autoridades.
La corriente no solo se llevó pertenencias y recuerdos, sino también la paciencia de la población. Las labores de rescate y limpieza comenzaron con retraso, y fue hasta este sábado que se confirmó el deceso de las dos mujeres, dejando un sabor amargo de impotencia. La tragedia, además de irreversible, puso en evidencia que la previsión y el mantenimiento de los cauces son más promesas de campaña que realidad tangible.
Mientras el río bajaba, dejando lodo y ruinas, la crítica no podía evitar señalar la absurda burocracia, alertas insuficientes, coordinación tardía y un plan de contingencia que parecía más decorado que funcional. Poza Rica volvió a experimentar, una vez más, que la naturaleza no pregunta por permisos, y que la mezcla de descuido oficial y capricho del agua puede escribir historias que nadie quiere leer, pero todos terminan contando.