Redacción El Piñero | Corresponsalía
Veracruz.- El bullicio cotidiano del Bulevard Central Oriente se quebró en seco a la altura de la Colonia Laredo, cuando el chófer del taxi con número económico 799 terminó a un costado de su unidad tras un incidente armado que dejó la vía convertida en un escenario de desconcierto y prisas mal disimuladas.
Como si se tratara de un guión repetido, llegaron los uniformados de todos los colores, municipales, estatales y federales. Cada uno tomó su lugar en la coreografía del acordonamiento, desplegando la cinta amarilla como si fuera alfombra de gala, mientras los agentes ministeriales jugaban al rompecabezas, recogiendo casquillos y anotando apuntes que pocas veces trascienden de la carpeta de investigación al terreno de la justicia. La vialidad, mientras tanto, quedó estrangulada, obligando a los automovilistas a presenciar un drama urbano que nadie pidió.
Y, por supuesto, lo que no llegó a tiempo fue la prevención. La famosa “estrategia de seguridad” volvió a hacer agua, porque patrullas sobran para lucirse con sirenas, pero faltan para estar donde en verdad se les necesita. Una vez más, el saldo lo pagó la ciudadanía: un trabajador del volante apagado y una ciudad entera que se acostumbra peligrosamente a vivir con sobresaltos que las autoridades ni evitan ni resuelven.