Redacción El Piñero | Corresponsalía
Veracruz.- El 16 de septiembre amaneció con pólvora en el aire y duelo en las calles del Totonacapan. Mientras en algunos municipios se cancelaban los festejos patrios por “falta de condiciones”, en Papantla y Coatzintla la realidad se encargaba de recordarle a la población que la independencia sigue siendo una deuda pendiente. El saldo: cuatro mujeres sin vida tras incidentes armados que estremecieron a la región.
En Carrizal, Papantla, un grupo armado irrumpió en la vivienda de las hermanas Maclovia y Eugenia Sosa, de 55 y 60 años respectivamente. Las sacaron de la rutina diaria para convertirlas en víctimas de la violencia que no da tregua. Eran, además, cuñadas de la agente municipal de la comunidad, lo que deja la sospecha de que aquí no solo se trató de un ataque “fortuito”.
A unos kilómetros, en Coatzintla, dos mujeres de entre 50 y 60 años fueron encontradas al interior de una obra en construcción. Tenían impactos de arma de fuego y quedaron tomadas de los brazos, como si hubieran decidido enfrentar juntas el último capítulo que la inseguridad les escribió. Nadie las reconoce, nadie las reclama, y la burocracia estatal las archiva como “no identificadas”, mientras la comunidad murmura entre miedo y resignación.
Y las autoridades… pues llegaron tarde, como siempre, con todo su despliegue de uniformes, acrónimos y camionetas blindadas. Eso sí, llenaron de cintas amarillas y de discursos huecos el escenario, pero de responsables detenidos, ni la sombra. Mientras tanto, la gobernadora presume operativos de “inteligencia nacional” como si fueran capítulos de una serie televisiva, y los ciudadanos siguen atrapados en un guion donde la seguridad brilla por su ausencia.