Redacción El Piñero | Corresponsalía
Veracruz.- Xalapa amaneció con un espectáculo no deseado pero ya común: el rugido de un auto contra el concreto. Fue en el tramo subterráneo de Circuito Presidentes, justo a la altura de la Avenida 20 de Noviembre, donde un Mitsubishi Mirage color plata decidió desafiar las leyes de la física y terminó estampado contra un pilar, dejando a su conductor con lesiones graves y a medio túnel convertido en estacionamiento improvisado.
Testigos relataron que el automóvil volaba a más de lo permitido, como si la vía fuera pista de carreras y no un paso a desnivel lleno de curvas traicioneras. La escena fue digna de película: el impacto contra la estructura, el rebote contra los muros y finalmente la carcacha de metal detenida en medio de la cinta asfáltica, mientras el tránsito se transformaba en un desfile de cláxones y desesperación. El único consuelo fue que el cinturón de seguridad y las bolsas de aire hicieron su trabajo, evitando un final mucho más oscuro.
Al lugar llegaron rescatistas que, con paciencia de cirujanos y fuerza de herreros, liberaron al automovilista atrapado entre fierros retorcidos. Lo trasladaron a un hospital, donde ahora se debate con la consecuencia de la velocidad mal entendida. Y aunque el incidente pudo ser una lección de seguridad vial, en la práctica se convirtió en el mismo guion de siempre: caos vehicular, sirenas tardías y discursos huecos de “prudencia al volante”.
Lo que faltó, como suele ocurrir, fue la prevención. Ni un operativo previo, ni vigilancia real en la zona. Eso sí, después del siniestro llegaron las autoridades con cara de sorpresa —como si no supieran que ese túnel es pista de arrancones desde hace años—. La crónica urbana vuelve a repetirse: primero la tragedia, después las fotos oficiales, y finalmente la promesa eterna de “reforzar medidas” que jamás llegan.